martes, abril 29, 2008

Freud, una aventura perturbadora


Toca ponerse en los zapatos de Freud. El artículo sobre cocaína que Freud había publicado en una revista científica local, le había dado dio cierto renombre. Tanto miembros del círculo médico vienés como lectores foráneos, habían reparado en el estudio de un producto traído de Sudamérica del que ningún autor europeo se había ocupado antes, al menos con tal minuciosidad. Nadie había salido tampoco en su defensa como lo había hecho Freud. Era un hecho que el joven doctor pensaba seguir investigando sobre los efectos de la droga incluso a nivel personal. Fue un consumidor de pequeñas cantidades de cocaína hasta mediados de 1890, recomendándosela incluso a su prometida Martha Bernays. Ella recibió un frasco con medio gramo e instrucciones precisas de Sigmund. Podía servirle para preparar ocho dosis pequeñas o cinco grandes.

A juicio de Freud, las hojas de coca servían para detener los vómitos, aliviar los problemas gástricos e incluso para modificar síntomas depresivos. Otro efecto era el “mejorar la sensación general de bienestar, favorecer la relajación en encuentros sociales tensos y, simplemente, sentirse más como un hombre”.

He aquí que los allegados del futuro creador del psicoanálisis estaban al tanto de que aspiraba a hacer algún hallazgo con esta sustancia. Según Peter Gay, el mismo Freud comentaba sardónicamente que en esta etapa de su vida andaba en pos de “dinero, posición y reputación”. Sin embargo la suerte no lo acompañó. Un viaje a Hamburgo para visitar a Martha a quien había dejado de ver todo un año interrumpió su labor como investigador y en el interludio un colega se le adelantó. El oftalmólogo Karl Koller experimentó sobre las propiedades anestésicas de la cocaína y se ganó el reconocimiento de sus colegas. El uso de la droga en el globo ocular revolucionó la cirugía oftalmológica de la época.

Los artículos que sucedieron a “Sobre la coca” fueron cambiando de tono. Freud dejó de defender el consumo de la droga y admitió que tenía un efecto adictivo. Su intento de librar a un colega del malestar que le producía la abstinencia de la morfina, no había arribado a buen puerto. Más que eso, Feischl-Marxow se había vuelto adicto a la cocaína.

Al menos el consumo no lo había vuelto adicto a él. No hay pruebas dice con claridad Peter Gay, que Freud o Martha llegaran a habituarse, sin negar que su incursión en los predios de la cocaína fuera una desdichada aventura.

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