jueves, julio 24, 2008

Una extraña vergüenza


Los intereses espirituales de Mondrian esclarecen su progresivo interés en la retícula. Hay que considerar que al inicio de su carrera y hasta cumplir los treinta y tantos años, el pintor era naturalista y según observa la crítica, no cometía audacias particulares. Recién en 1907 sus árboles dejarían de ser solamente agrestes para hacerse rojos, grises o adquirir tonalidades que parecían convertirlos en elementos no ya del mundo vegetal sino mineral.

Mondrian había comenzado a identificarse con la doctrina de Madame Blavatsky (1831-1891), una de las figuras sobresalientes del ocultismo de la época. La fundadora de la Sociedad Teosófica, que contaba con seguidores en lugares tan disímiles como la India, Europa y EE.UU. consideraba que era posible comprender las leyes de la naturaleza, de un modo eminentemente espiritual.

El color blanco de fondo en los cuadros de Mondrian apuntaba a lo mismo. Esa superficie surcada de trazos geométricos, mayormente rectángulos, representaba la estructura del universo. Por su parte el rojo, el amarillo y el azul contribuían en el afán de indagación sin el menor interés por la representación.

La corriente artística que impulsaron Piet Mondrian y Theo Van Doesburg nació en 1917 como Neoplasticismo. Fue una manera de hacer frente al hecho pictórico dejando de lado todo rastro de textura y representación. Para Mondrian en particular, componer en base a líneas verticales y horizontales, planos grandes o pequeños y colores primarios, era la manera por cierto original, de dar rienda suelta a su ilusión en un ser superior.

Al decir de Rosalind Krauss sin embargo, dado que la retícula no fue patrimonio únicamente del Neoplasticismo, el arte moderno logró enmascarar con el uso de esta estructura una extraña verguenza. Aquella de prolongar el vínculo entre arte y espírtu, una asociación que se suponía había pasado a la historia con el siglo XIX.

La retícula convertida en un mito y por lo tanto misteriosa y no analizable, se encargó de ocultar que el arte del nuevo siglo antes que embarcarse en el rumbo de la racionalidad de la ciencia, aspiraba a convertirse en una nueva religión. Dios no había muerto, como aseguraba Nietzche. La verguenza era tener que admitirlo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola, otra vez yo. Acá tengo 3 tomos de la Doctrina Secreta de Madame Blavatsky y sería alucinante saber más de qué tanto influyó la mística en el resultante estilo de Mondrian que todos conocemos

Lichi Garland dijo...

Chipi, al parecer la lectura que tienes entre manos será de largo aliento. Tal vez en algún momento salga a relucir el tema del arte. No he encontrado yo un material preciso sobre la relación Blavatsky- Mondrian.