miércoles, noviembre 05, 2008

Para controlar el desasosiego


Una amiga me comenta el tema de la ciudad que desearíamos que posteé ayer. Le hizo recordar me dice, una campaña lanzada por distintas editoriales en Madrid. Las empresas libreras colgaron afiches con fragmentos literarios en buses y metros para beneficio de los pasajeros que tras corta o larga espera se movilizan de paradero en paradero. ¡Qué ingenio! Se me dio por imaginar las conversaciones llenas de entretenimiento y humor a las que el experimento pudo haber dado lugar. ¿Sabes que debía bajarme en Cibeles y me pasé hasta el Bernabeu? La voz que me he puesto a imaginar prosigue. No sólo me detuve a leer un poema de Baudeleaire, ¡sino que se me dio por memorizarlo! ¡Ja! Con el rabo del ojo veía pasar cada esquina del Paseo la Castellana, pero yo dále con repetir eso del Oceáno te odio/tu saltos y tumultos los encuentro en mi espíritu /esa risa sin par del vencido repleta de sollozos e insultos/yo la escucho en la risa enorme del mar... debe ser que como nos hemos quedado currando este verano de calor extremo y sin playa... Me dice Sulla Cori como se hace llamar mi amiga, que las ventas de libros subieron. La gente leía y leía. Quién sabe observa, la experiencia sirviera aquí hasta como una manera de controlar el desasosiego.

Se trata de imaginar. Me digo que en Lima funcionarían también pasajes de la historia de la pintura como decorado del transporte público. Es innegable nuestro contraste como una sociedad que se dice religiosa -se ve incluso gente persignándose al pasar delante de una iglesia, amén de los cultos y fiestas patronales- con la corrupción-droga-calaterías y chismorreo que atraviesan el tejido social. Habría que reconsiderar la posibilidad de poner de lado de los intereses de la sociedad civil, el temor de Dios. Nuestros atolondrados choferes, algunos verdaderos engendros de la ausencia de educación en su sentido más amplio, podrían sentirse regulados al tener imágenes sacras en los revestimientos de sus vehículos. Más que pinturas del barroco, el estilo que llegó a nuestra tierras cuando la corona española se volcó a catequizar a sus colonias en plena acción contrarreformista y que quiérase o no puebla nuestro imaginario; o de santos locales como San Martín de Porres, el Señor de los Milagros o Sarita Colonia, al parecer muy complacientes para detener los ímpetus de los conductores de micro (los suelen acompañar en los espejos retrovisores sin lograrles inspirar mejores acciones), propondría aquellas imágenes poco vistas por aquí. Me viene a la cabeza un artista del Renacimiento alemán como Matthias Grunewald (1470-1528). De verdad que los ojos reciben un baño de agua fría ante una imagen que difiere tanto del imaginario colectivo.

No quiero ser hereje sino imaginativa. En el trance me pregunto por lo que sucedería si alentamos una sociedad post-industrial con pinceladas de la Edad Media. Una ironía que no busca ignorar el ejemplar logro de la sociedad norteamericana al consagrar a Barack Obama como su primer presidente afroamericano.

¿Quizás de decorado el binomio Grunewald- Barack Obama? ¡Dios! Debe ser que la ciudad me tiene desconsolada...

Imagen: El retablo de Issenheim (1512-1516) de Matthias Grunewald en Colmar, Francia.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ojalá el Sr Castañeda leyera tu blog..
Estoy delirante, ya todo el mundo está hablando de los feriados del apec y las pistas siguen con los mismos forados..
igual gracias por contarnos la creatividad de otros, por ahí, los santos peruanos nos iluminan..
besos
Olga

Lichi Garland dijo...

¡Y ojalà que con muchos watios! Cariños.