miércoles, octubre 21, 2009

Caravaggio y Bacon

La muestra de la Galería Borghese, un centro palaciego ubicado en el lado noreste de Roma, reúne hasta noviembre a Caravaggio y a Bacon. Más que raro. Quien se entera de la exposición se pregunta por el vínculo entre ambos artistas aunque igual le provoque verlos. LLegué pues a la exposición a las once de la mañana, pero como no había reservado entrada por poco tuve que vérmelas con el sold out. En cuanto apareció la posibilidad de un ticket para el turno de las siete dije que sí y a esperar. La sede artística forma parte de las ochenta hectáreas que hace más de cuatro siglos pertenecieron a la familia Borghese. El conjunto es hoy un parque público que atraviesan caminos románticos, aves, patos y seguro que más de una especie cuya onomotopeya es difícil de reproducir. Las horas pasan bien entre fuentes de agua, estatuas, columnas y arcos. Comí en el café del lago y por fin en la noche pude vérmelas con el arte. De Bacon disfuté la maravilla de sus rojos, negros y amarillos. De Caravaggio la luz enmarcada en sus célebres tonos oscuros. La docena de cuadros de estos artistas según leí en el brochure, no proponía una asociación particular. Más que historiar el arte, buscaba facilitar una experiencia estética al público. Hacer que ésta ingresara a la vida actual y de todos los días. Al parecer el propósito se cumple, sin descartar que algo debe tener que ver el que ambos plásticos fueran catalogados como pintores malditos en las épocas tan distintas que vivieron. Que sus angustias privadas se reflejaron en su arte. Caravaggio mostró la posibilidad de expiación como el camino de la redención personal. Bacon pintó la intensidad de sus vivencias. Las figuras del inglés parecen exigir el derecho a ser bellas al mostrar su dolor. En la sala ví a un público mayoritariamente europeo dejarse llevar con docilidad por sus audio guides. De mi parte, continuó la sensación del buen tiempo que había pasado en el parque, cierto que con sacudones.

martes, octubre 20, 2009

Aquí Roma

Estoy en Roma, la ciudad eterna de Fellini y de quien quiera vivir una experiencia escenografiada del tiempo en sus calles. En la capital italiana, estatuas y monumentos operan como un portal para trasladarse al pasado remoto. Por momentos me parece tener delante la edición de lujo de un libro de historia aprendido en la primaria. El plus es el encuentro con gente de todos los rincones del planeta. Me digo que flota en el ambiente el deseo de devorarlo todo con los ojos, aunque estos se ubiquen por lo general detrás del visor de una cámara. Tambien que en vez del creced y multiplicaos, la enorme cantidad de gente que sube la cuesta de la Iglesia de San Pedro podría estar obedeciendo el imperativo de recorrer la tierra para mirarala. Siempre mas pensante que peregrina me dejo llevar por reflexiones en torno a las luchas libradas por la cristiandad para imponer su doctrina. Que el Vaticano se haya convertido en un estado con un poder reducido hoy, no resta ardor a la defensa con la que un sector politico niega la posibilidad de abrir un espacio a la enseñanza de la religión musulmana en las escuelas. Ni una hora a la semana, somos católicos y las creencias son otras. Si se propone integración y globalización que sea en otra cosa observan. En el lado opuesto, los migrantes y sus representantes hacen la lucha. Hablando del presente, el taxista con credenciales italianas que me trajo de la estación del tren, intentó robarme. Le había dado yo un billete de veinte y otro de cinco euros y tras voltearse como quien recogía las maletas, me mostró dos billetes de a cinco. Acompanó su gesto con una expresión de comprensión. Seguro no me entendió que le pedí venticinco euros agregó. Siguió mi indignación basada en que le había dado lo correcto y el tipo con más talento para el descaro que para la prestidigitación accedió a la paga que le ofrecía y se fue. Aunque ejercí mi derecho de reclamar me quede con cierta tristeza. Siendo catolico, el episodio tendría que llevar al tipo a confesarse. Vaya, un pecado contra el turismo y en la ciudad eterna.

viernes, octubre 09, 2009

De ninguna manera, pero veremos

El silencioso video es del canadiense Mark Lewis: ´The fight´ y se ve todavía en Venecia. Acabo de darle una mirada en medio de mis preparativos virtuales para lo que pronto tendré en versión real. Mis planes a concretarse en menos de diez días son aterrizar en el viejo continente y tener como paisaje la Bienal del ´Fare mondi´,´Making Words´. Los humanos han perdido en estética sostenía Braudillard, pero todavía tienen rituales. El autor del complot del arte podría asegurar que se va a una bienal por razones casi todas ellas ajenas al hecho de la belleza. Actualizando su visión con el término ´afterpop´que usa el español Fernández Porta, sería una manera de inocularse a la vena los tiempos actuales. Anoten ustedes que la experiencia viaja a través del nervio óptico afectando centros generadores tanto de estremecimientos como de anestesia. Se salva quién puede digo y procedo a confeccionar una seguidilla gramatical útil para orientar mis expectativas. Mi relación con cada pieza, proceso, insinuación, indicio, ausencia o en general cualquier porción del evento antropológico podrá estar sugerida en estos verbos: Provócame, apacíguame, póstrame, dignifícame, intimídame, acércame, expúlsame, dame frío, calor, enmiélame, hazme sucia, dame el no, el sí. Eso por piedad: ¡el super sí!