lunes, diciembre 03, 2012

Un rebelde del siglo XVI

Menocchio, un hombre de pueblo, nació en 1532 y murió en la hoguera. El Santo Oficio lo ajustició por la época en la que Lutero se había levantado ya contra el Papa y la invención de Wittenburg, el otro gran suceso del siglo, había permitido la difusión de las ideas.
Se piensa que el torrente de información al que dio paso la imprenta logró perturbar a Menocchio. Es probable que el molinero leyera en desorden, pero también que recogiera un saber popular disperso. Toca imaginar que captó lo que había en el aire y lo articuló a su estilo: la media lengua. En consecuencia, no solo blasfemaba, sino se atrevía a afirmar que blasfemar no era pecado. Su explicación del origen del mundo da pie al libro de Carlo Ginzburg: ´El queso y los gusanos´.
El caso es que al término de sus tareas manuales Menocchio lanzaba peroratas: La tierra, el aire, el agua y el fuego convivían como un gran volumen que poco a poco se volvió una masa. Una masa decía él, como la del queso y la leche. De allí sus conclusiones: Fue en  esa misma masa que se formaron gusanos que más tarde serían  los ángeles. Sí señor. La santísima majestad habría querido que en aquella masa estuvieran Dios y los ángeles. Precisamente, del gran número de ángeles salieron cuatro capitanes: Luzbel, Miguel, Gabriel y Rafael…hizo después Dios a Adán y Eva y al pueblo…y como dicha multitud no cumplía los mandamientos mandó a su hijo al cual prendieron los judíos. Les tocaba crucificarlo.
Es evidente que la charla de Menocchio lo enfrentaba con la Iglesia. Más todavía, con sus prerrogativas. A su juicio, que era poco y zafado dirán algunos, el latín debía dejar de usarse. Era una lengua a la que no tenían acceso los pobres. Solo los prelados y para qué. Para seguir haciéndose ricos. Menocchio no se fiaba de los curas. Confesarse con uno de ellos era como ponerse delante de un árbol, decía sin guardar las maneras. Nada curioso que esos metafóricos organismos de raíz tallo y copas que pululaban en la Santa Inquisición, decidieran que su peregrinaje en el mundo de los vivos había terminado. El  imaginario contracultural de Menocchio,  les era del todo no grato. Y a la hoguera fue a dar el hombre.
  

domingo, noviembre 04, 2012

Varios años después...(dos). 

La tendencia de las Artes y las Letras contemporáneas ha sido hasta hace unas décadas, ensalzar el lado oscuro de la vida. Escritores de la talla de Sartre, Camus, Becket, Unamuno, Cioran y Saramago celebraron el pesimismo porque a su entender hacía ver la realidad tal como era. A su juicio, el optimismo engañaba (Avia y Vásquez, 1998). Una versión anterior la ofrece Marcel Proust que hizo de las flaquezas virtud al sostener que ´la dicha es saludable para el cuerpo, pero la infelicidad desarrolla las fuerzas de la mente´ (Kesebir y Diener, 2008). No es poco usual en este sentido, que los escritores y sus personajes hayan asociado malestar a sentido poético y hasta a inteligencia. En ´La felicidad ja ja´ (1974) Bryce Echenique describe el pesar como un sentimiento corriente entre los jóvenes: ´Nos unía el malestar, los momentos en que ya no podíamos más,  pero nos separaba un secreto que algún día me iba a confesar para ver si yo era digno de ella, de estar simplemente a su lado. Nicole había llamado a la muerte, se le había acercado mediante una real tentativa de suicidio´.
En esta dinámica, que en su lado extremo evoca a Hegesias (300 a.c.) - el filósofo de Alejandría recomendaba a sus discípulos la muerte ante la imposibilidad de librarse del sin sentido (Kesebir y Diener, 2008)-, la constante ha sido descartar la felicidad. Transigir, pero sin la aspiración a ser feliz. Si alguien se atrevía a ir a contracorriente debía disculparse. Avia y Vásquez (1998) hacen notar que en ´Oda al día feliz´ Pablo Neruda transmite ´un sentimiento casi vergonzante de estar contento con la vida´. Añádase que en el mundo de la cultura la agudeza atribuida a los pesimistas ha sido el argumento central contra la felicidad. Y es que ´para muchos ceñudos analistas, sentirse feliz  equivale a un estado de dejación de la introspección y del análisis lúcido de la realidad, estado solo posible gracias a un adormecimiento de la conciencia y del análisis crítico´ (Avia y Vásquez,  1998). Es justo decir, que se ha sumado a esta tendencia el sentido común. Su manifestación más clara se hace presente en la confianza de que nada malo sucederá. ´Desde nuestra más  temprana edad nos han condicionado para que creamos que un destino benigno cuidará de nosotros´ (Csikszentmihalyi, 1990). 
La Psicología Positiva, movimiento nacido en EE.UU. (1998), que recoge reflexiones sobre la felicidad de la tradición occidental y consideraciones que provienen de Oriente (Csiksentmihalyi, 1990), ofrece una perspectiva distinta. A la luz de sus investigaciones (Csikszentmihalyi 1990, Seligman 2002; Heidt, 2006; Lyubormisky 2008; Fredrickson 2009;  Pfeifer y colaboradores 2010 en Engeser ed, 2012), es posible asumir la responsabilidad de la construcción de una vida con sentido y disfrutar de  ella: ´La psicología puede ayudarnos a responder a la pregunta: siendo como somos, con todos nuestros errores y represiones, ¿qué podemos hacemos para mejorar nuestro futuro?´ (Csikszentmihalyi, 1990).

Imagen: Nicolás Lamas.