La tendencia de las Artes y las Letras contemporáneas ha
sido hasta hace unas décadas, ensalzar el lado oscuro de la vida. Escritores de
la talla de Sartre, Camus, Becket, Unamuno, Cioran y Saramago celebraron el
pesimismo porque a su entender hacía ver la realidad tal como era. A su juicio,
el optimismo engañaba (Avia y Vásquez, 1998). Una versión anterior la ofrece
Marcel Proust que hizo de las flaquezas virtud al sostener que ´la dicha es
saludable para el cuerpo, pero la infelicidad desarrolla las fuerzas de la
mente´ (Kesebir y Diener, 2008). No es poco usual en este sentido, que
los escritores y sus personajes hayan asociado malestar a sentido poético y
hasta a inteligencia. En ´La felicidad ja ja´ (1974) Bryce Echenique describe
el pesar como un sentimiento corriente entre los jóvenes: ´Nos unía el
malestar, los momentos en que ya no podíamos más, pero nos separaba un secreto que algún día me
iba a confesar para ver si yo era digno de ella, de estar simplemente a su
lado. Nicole había llamado a la muerte, se le había acercado mediante una real
tentativa de suicidio´.
En esta dinámica, que en su lado extremo evoca a Hegesias
(300 a.c.) - el filósofo de Alejandría recomendaba a sus discípulos la muerte
ante la imposibilidad de librarse del sin sentido (Kesebir y Diener, 2008)-, la
constante ha sido descartar la felicidad. Transigir, pero sin la
aspiración a ser feliz. Si alguien se atrevía a ir a contracorriente debía
disculparse. Avia y Vásquez (1998) hacen notar que en ´Oda al día feliz´ Pablo
Neruda transmite ´un sentimiento casi vergonzante de estar contento con la
vida´. Añádase que en el mundo de la cultura la agudeza atribuida a los
pesimistas ha sido el argumento central contra la felicidad. Y es que ´para
muchos ceñudos analistas, sentirse feliz
equivale a un estado de dejación de la introspección y del análisis
lúcido de la realidad, estado solo posible gracias a un adormecimiento de la
conciencia y del análisis crítico´ (Avia y Vásquez, 1998). Es justo decir, que se ha
sumado a esta tendencia el sentido común. Su manifestación más clara se hace presente en la confianza de que nada
malo sucederá. ´Desde nuestra más
temprana edad nos han condicionado para que creamos que un destino
benigno cuidará de nosotros´ (Csikszentmihalyi, 1990).
La Psicología Positiva, movimiento nacido
en EE.UU. (1998), que recoge reflexiones sobre la felicidad de la tradición
occidental y consideraciones que provienen de Oriente (Csiksentmihalyi, 1990), ofrece
una perspectiva distinta. A la luz de sus investigaciones (Csikszentmihalyi
1990, Seligman 2002; Heidt, 2006; Lyubormisky 2008; Fredrickson 2009; Pfeifer y colaboradores 2010 en Engeser ed,
2012), es posible asumir la responsabilidad de la construcción de una vida con
sentido y disfrutar de ella: ´La
psicología puede ayudarnos a responder a la pregunta: siendo como somos, con
todos nuestros errores y represiones, ¿qué podemos hacemos para mejorar nuestro
futuro?´ (Csikszentmihalyi, 1990).
Imagen: Nicolás Lamas.
Imagen: Nicolás Lamas.