A propósito de la Bienal de Venecia que se inicia este domingo, y de la inauguración ayer de una nueva galería en el Gran Canal, recordé el interés que me provocó hace un tiempo una pieza de Charles Ray. El artista plástico que se llama casi como el músico que estuvo en escena el 2004 con la película sobre su vida, participó en la muestra de Punta della Dogana con la escultura de un niño que tiene una rana agarrada de una pata. Según dice una nota periodística, fue la obra que más atrajo (a la distinguida concurrencia, eso lo digo yo). Vaya, la pieza a la que me refería, en realidad una instalación, resulta bastante más sugerente. Se trata de un humano que semejando el fruto de un árbol, está amarrado a una rama como ven aquí arriba. Si era una manera de protestar contra el desinterés de las ciudades por el paisaje, una acción ecologista, un exceso de excentricidad, o una intervención tanático-esotérica, lo decide cada quien. Algo podría tener sin embargo del deseo de establecer una continuidad entre la experiencia estética y los procesos normales de la vida. Uno va caminando por el parque, cuando al alzar la vista para ver un pajarillo, ¿ahhh?...¡qué conmoción! Consideren ustedes que conmoción y todo, si a un paseante equis se le dice que lo expuesto es obra de un artista y por tal es arte, es probable que su respuesta sea que el arte está en los museos. Seguro que no había leído a Susan Sontag, la ensayista norteamericana, que en los años setenta observaba que el arte era el nombre de una enorme variedad de satisfacciones –de la ilimitada proliferación, y devaluación de la satisfacción misma-. Y los yates siguen llegando a la marina del Gran Canal para depositar a sus ocupantes ad portas de la fiesta del arte; y el magnate Francois Pinault que ha hecho la inversión de la nueva galería, estará allí, enfundado en cualquiera de sus maravillosos ternos. Sin embargo es probable que la gente lo mire más que por el corte de la tela que viste, al enterarse de que es suegro de Zelma Hayek. En cuanto al resto de los humanos, nos queda pensar en la posibilidad de reunir tiempo y dinero para llegar antes de noviembre, fecha del cierre de la Bienal, a tan connotado acontecimiento. Si no, a pensar en la manera en que funciona el mundo del arte, total también la vida nos provee de una variedad de satisfacciones.
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