La somnolencia comienza a invadirme cuando el chofer del taxi en el que viajo prende la radio. La canción, una mezcla de reggae y ska, me despierta desde el fondo de los párpados. Oigo al vocalista: `Esta es la voz del genio del dub, cuando hablas de violencia dice basta ya, que cuando hablas de guerra dice basta ya, que cuando hablas de hambre dice basta ya. Porque nada de eso te puede elevar…nada de eso te puede elevar…` He escuchado la tonada decenas de veces sin darme cuenta de que podía referirse al laberinto social del que formamos parte. De allí el basta ya y que nada de eso te puede elevar. ¿Pero si es ésa la forma de elevarse, termina siendo a costa de qué? El taxi atraviesa una arteria principal de San Isidro poblada de torres de edificios. Algunos tienen grandes ventanales y otros fachadas que recuerdan nichos. Es un diseño que podría suponerse se ha pensado para propiciar inquietud. Digo: Cero criaturas de carne y hueso, punto para el cemento, pero hay más. Unos metros más allá todo se vuelve excavar, martillear y taladrar. Al reemplazar casas de dos pisos por edificios de departamentos se dice que Lima progresa; ¿acaso las autoridades se han tomado la molestia de conjugar el verbo planificar? El ruido y el polvo provocados por la demolición de viviendas convierten dizque un lugar para vivir con tranquilidad, en un caos. ¿Y qué hacen los vecinos? Un cartel dirigido a las autoridades municipales expresaba hace ya dos años el desasosiego. Decía: “Ahora tenemos congestión vial. ¿Cómo será con cuatro torres de 178 departamentos?". La constructora a cargo de los edificios, siguió adelante y aunque en lo que va del 2009 no ha terminado la obra, la protesta parece haber amainado. La extraña convivencia entre lo que no nos produce goce y lo que aceptamos ha tenido lugar. ¿Toca hacerse de la vista gorda ante el atropello? Acabo de firmar una carta mancomunada dirigida al alcalde del distrito. De pronto los vecinos nos damos cuenta de un desatino técnico. Con el argumento de mejorar una calle se ha demolido la anterior pista de concreto que tenía venticinco centímetros de espesor para reemplazarla por una capa de asfalto de cinco centímetros de espesor. ¿No está acaso cantado que la remodelación mal hecha obligará a invertir dentro de poco otra vez en lo mismo? Qué difícil entender el lugar de lo estético, es decir aquel suceder que a manera de cuadro o de escenas en movimiento nos proporciona el disfrute de la vista y el oído. Vivimos en un entorno donde lo que vale es la jugada del más vivo. Y si vivo es aquel al que menos le importa el bien común, ¿no habría que llamarlo de otra manera? Urge iniciar una acción para librarnos de palabras y por tanto de maneras que nos atan. A ver cuál es la respuesta a nuestra carta.
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