Más de lo mismo en la agenda televisiva. Al intercambio de opiniones sobre el asesinato de la folklorista fallecida hace quince días, se sumó esta semana la deducción de móviles sobre el crimen de un estilista. El profesional del cabello pertenecía a la farándula local. Es decir al gremio si cabe llamarlo así, que a lo largo de la última década copó la tv con una única disyuntiva: llamar la atención de una cámara o llamar la atención de una cámara. Sin pasar por alto el respeto que merece el dolor de los allegados al fallecido, pongo estas líneas para dar cuenta del malestar que me produjeran las inacabables secuencias dedicadas al lugar del homicido y al llanto de quienes se enteraban de la noticia. La tv no se siente obligada a hacer ninguna síntesis, al punto que habiéndose detenido a un sospechoso que supuestamente ha confesado su crimen, se anuncian más minutos con la declaración de un general de la policía nacional dedicados a cubrir los avances de la investigación. Todo indica que no hay marcha atrás para un periodismo que ha perdido la noción del momento en que comenzó a ocultar las amplias tonalidades del mundo para concentrarse en la crónica rosa con ráfagas de novela negra. Es una bienvenida al desierto de lo real como decían Morfeo y Neo en Matrix. ¡Y a cuenta de sintonizar con el gusto popular!
Nota: el título de este post proviene de una canción de Nirvana:Smells like teen spirit.
Imagen: Ugo Rondinone.
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