Quien sabe como ocurren las cosas. Tengo en estas fechas un inquilino del que quisiera decir pestes, pero no voy a aburrirlos. Con estas líneas trato de librarme de la indignación que me produce su lenguaje. Los hechos: El fulano calcula el modo de subsistir debiéndome dos meses de renta. Quiere decir que no da señas de vida si no lo llamo y que responde sólo ante mi insistencia con su secretaria: Le dice por favor, que se comunique conmigo. Noten ustedes que tiene secretaria, como también que maneja una oficina. Se supone que en Lima la corredora de inmuebles lo pone a uno en contacto con alguien que se compromete a vivir en un lugar por una suma dada, sólo tras evaluar que puede hacerlo, pero no. Puesta yo en el papel del `señor Barriga` el personaje del Chavo del Ocho que hay que ver cómo me cuesta representar, mi inquilino responde siempre que pagará la próxima semana, y el viernes por supuesto. Hace énfasis de que me habla de `su realidad` y con `todo respeto`. Salpica luego unos, si no he llamado es `porque soy muy honesto` y `lo digo con toda libertad`. Le recuerdo que yo no vivo del aire y que el dinero de la renta es parte de mi presupuesto, pero el muy señor repite lo de ´qué puedo hacer` y tras volver a es la realidad de… -menciona su nombre y dos apellidos-. Vaya meses. Consulté al abogado y me dijo que es mejor un mal arreglo que un buen juicio, como leen. El contrato termina en agosto así que tendré que continuar lidiando con un lenguaje que estoy segura destroza el trazo habitual de mi electroencefalograma. ¿Le parecerá entonces al hombre que en ejercicio de su libertad, honestidad y el respeto que prodiga a los demás, podrá quedarse en mi depa más allá de lo estipulado en el contrato? ¿No ha convertido acaso lo pactado en letra muerta?
Imágenes: del argentino Jorge Macchi, que está en Lima para la semana del Arte.
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