Un tribunal iraní acaba de dictar sentencia sobre el caso de Majid Emovahed, un joven que hace cuatro años propinó una loca agresión a Ameneh Bahrami. Ambos andan por la treintena, pero ella lleva ya esos cuatro años con el rostro deformado y los ojos sin vida. Él le arrojó ácido sulfúrico a la cara tras un asedio amoroso de dos años que nunca tuvo visos de ser correspondido. A juzgar por la entrevista que la mujer concedió ayer al canal de la RAI, ella que se atiende en un hospital de Barcelona, sólo ha querido desde entonces aplicar la ley del Talión. Mía o te daño fue la consigna del desquiciado. La de ella: Sabrás lo que es quedarte ciego. Pues bien, el juzgado ha dicho que sí a su voluntad de aplicarle gotas del mismo producto al desdichado. La situación será con el protocolo de todo acto quirúrgico.¡Ay! Nos extraña la violencia premeditada. La que se ejerce tras un tiempo en el que ha permanecido agazapada. Bajo la custodia de quien ha estado esperando el momento oportuno para ejecutarla. En cambio la otra, la cotidiana la que se desata por un impulso, por el azar o por la falta de ética, nos pasa a veces de largo. En Occidente casi no tenemos las herramientas cognitivas para entender cómo es que el acto de la mutilada no será individual. Cómo es que puede toda una sociedad haberse pronunciado.
Imágenes: Shirin Neshat.
1 comentario:
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