Estaba tratando de recuperarme frente a la clásica imagen de la vejez como la pérdida absoluta de dones. Había visto `Ginger y Fred` de Fellini, una de las últimas películas del grandísimo director. El guión muestra una pareja italiana que en los años cincuenta había logrado la fama al imitar a los dos protagonistas de los mejores musicales estadounidenses. De allí que usen sus nombres. Ambos han sido invitados a un programa de la tv. dizque para rememorar su antiguo éxito. De hecho a los jóvenes a cargo de la producción sólo les interesa lograr una audiencia acorde con las expectativas de los auspiciadores. Nacía el rating. En realidad los viejos bailarines han sido convocados para redondear la onda freak del programa. Entre los invitados figuran también enanos, musculosos, un travesti, un almirante, un domador de monos... A ojos vistas hay una fractura entre el mundo del espectáculo vivido por `Ginger y Fred` y el de los años sesenta en los que se ambienta la película. La tv. ha entrado pisando fuerte y lo engulle todo. El lema de para `usar y botar` supuestamente pensado para los productos de rápido consumo, se aplica también a los humanos. Medio inutilizados, tontos, lentos; son ahora los viejos y no los adolescentes los que tienen pajaritos en la cabeza. ¡Ayayay! Cuando allá quedó la Roma descrita por Fellini, me dije que eso no parecía ocurrir hoy con los Rolling Stones. Los rockeros volvieron al escenario y ahí están. Incluso ha sido la misma dirección tomada por una serie de agrupaciones. Se retiran y luego de un tiempo vuelven. ¿Cómo será? La recuperación que buscaba no llegó en este punto. Más bien cuando pensé en la brecha entre los que al crecer reclaman su sitio, y los que ya crecidos, entregan sus memorias a quienes no las aquilatan. Habría que reducir la voracidad de unos y la falsa espectativa de los otros. En el fondo, todos debiéramos estar atentos al usar esos dos verbos: usar y botar.
Imagen: Odd Nerdrum.
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