Cada cierto tiempo, se me ocurre dividir el mundo en dos grupos. El que conforman quienes mantienen determinada actitud frente a la idea A, y el que habitan aquellos que optan por el punto de vista contrario, B. La línea imaginaria que separa ambos grupos funciona como un recurso para incluirme en uno u otro lado. Hablo de mi último juego, porque el asunto es ciertamente una manera de complacer a la niña de adentro. Igual al hecho que de tanto en tanto nos haga un guiño para tratar de entender las cosas a la manera infantil. Según estos pequeños seres, las cosas deben ser blancas o negras, buenas o malas, bonitas o feas etc.
La idea esta vez, tiene que ver con el estilo personal para resolver una situación grupal difícil. Es así entonces que los del lado A, aunque fuera con incomodidad y turbación, se detienen ante los hechos para desmenuzarlos, mientras que los del lado B los desatienden al punto de decirse aquí no ha pasado nada. Acto seguido dejan de hablar ( y de pensar según aseguran) en el asunto. Su elección es lo que ellos mismos llaman, pasar la página.
Mis personajes evidentemente se enfrentan y sintiéndome yo parte del mundo A, los observo en este caso, sin querer pasar la página. Lo mejor que podría ocurrir con los de B me digo, sería suscribir la línea del poema de Rene Daumal, a los misterios algunas flores. A los del lado A en cambio, les atribuyo otro verso del mismo Daumal, a los que no me creen la locura por la música. He aquí sin embargo, que el entorno de mi juego, siempre más complejo que la figura A y B, me hace sonreir ante los recursos a los que podemos echar mano para sobrellevar los desencuentros.
Imagen: Fabian Laghi.
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