jueves, diciembre 18, 2008

Una mirada congelada


Largo tiempo protagonista de la columna de Rafo León en ´”Caretas”, `la china Tudela` ha subido al escenario para protagonizar una mofa del sector más encumbrado de la sociedad limeña. Una clase cuyo poder económico se originó en la propiedad de las inmensas haciendas costeñas y se sostuvo en base a sus influencias sobre el poder político. Sin más enarboló la más amplia indiferencia frente a los estratos populares y su destino. Dejó pasar la posibilidad de comprometerse con la situación del país como proyecto de nación. La pieza se vale de apartados tales como el psicoanálisis, la política, la economía o la gastronomía. ¿Pero quién es en realidad la china Tudela? El resto de un naufragio social. Una personalidad narcisista de pensamiento disparatado que la noche de presentación de su libro de poemas va y viene en torno al monotema de su ilustre abolengo y al hecho de haberse formado como psicoanalista. Está inquieta aunque con disimulo porque uno de sus ponentes, nada menos que Mario Vargas Llosa, no llega a la presentación. Con todo, dejaría de ser ella si se le pasara por la cabeza que el novelista podría dejarla plantada, así que se dedica a esperarlo conversando con quienes van a dar también su opinión sobre su obra: su psicoanalista y su colaboradora doméstica ( la muchacha, la doméstica, la empleada, la chola a quien la eterna señorita quiere redimir).

Diré a favor que el libreto refleja el buen oído de su autor para captar modismos locales y trasladarlos a la escritura. Su cosecha de giros idiomáticos es tal que la parte que corresponde a la protagonista podría prolongarse al infinito. Diré en contra, que el humor de la pieza me recuerda al caballo que usaron las fuerzas griegas para terminar con su asedio de Troya. La sombra de nuestro pasado colonial se hace presente en la obra para propiciar permisividad y autocomplacencia. La risa en tono sostenido desdibuja el sarcasmo que se supone dedica el autor (y todo observador crítico) a la frivolidad local.


La china caracterizada por Katia Kondos es linda, desenvuelta y se desplaza por el mundo como quien da indicaciones a sus empleados en la cocina de su casa. Lejos de suscitar anticuerpos genera una ternura cómplice. Los recién llegados al reacomodo de la pirámide social no pasan con ella, ¿y qué entonces? Y reir y reir. En distintos pasajes cabe la sospecha de que el autor administra sus propios prejuicios sobre un orden social que ha perdido vigencia. ¿Por qué mantener esa mirada congelada?

No mucho pues. Ni siquiera cuando el vocabulario de la China Tudela incluye ráfagas de arte contemporáneo y dice sentirse sola en una ciudad que no tiene ni la más remota idea de lo último de la actividad artística en las grandes capitales, Londres es su ideal. ¡China hereje!


Imagen: Roy Lichtenstein.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

jeje..no creo que el autor mantenga una mirada congelada hacia este orden social, percibo cierta identificación en sus palabras que conlleva a una sutil y ajena incomodidad ante una realidad colonial y contemporánea a la vez. Una evidencia es la percepción y el estudio reflejado en la película DIOSES de Josue Mendez y que aquí se criticó, con la misma incomodidad.
Felipe

Lichi Garland dijo...

De lo que creen los miembros de una sociedad está tejida su cultura. Algunos vemos las cosas así, otras las ven asá...