Quien sabe si el “happy slapping”, vaya a tener cabida en una sociedad como la nuestra. Me refiero al "juego" de la “bofetada feliz” que han comenzado a practicar no hace mucho, grupos de adolescentes londinenses. Requiere celular con cámara de video incorporada y unas ganas de romperle la crisma a quien sea. Se arremete contra una víctima no necesariamente conocida, mientras se graba la escena que después se cuelga en Internet.
El objetivo aparente es alardear de la bravuconada con los pares, pero como no se trata de entregarse a la policía, es probable que se practique enmascarado. De hecho cabe la fantasía de poder ser visto por gente desconocida de cualquier parte del mundo.
La violencia de “La Naranja Mecánica” reciclada con móvil a la mano, hace evidente que debe haber algo más de fondo. La falta no sólo de orientación, sino de acompañamiento psíquico, sea de la familia y/o de la escuela a la mente y el corazón del joven que crece.
Si antes de Freud se aceptaba la idea de que la infancia nos mantenía todavía como seres angélicos, hoy habría que sujetar una venda en los ojos para esgrimirla. Nuestra naturaleza terrenal nos ha dotado de Eros y Tanatos, impulsos que es preciso moldear con la paciencia de la que está hecho el cariño. De no hacerlo, el humano que crece enrumba a un destino errático.
Esos seres a la vez monstruosos y dolidos, que hacen daño sólo para pasar el rato, son el síntoma de una sociedad que hace un llamado a la educación. Sea a este o al otro lado del Atlántico, se trata de poner énfasis en la libertad acompañada, y con amor.
Imagen: J. Dubuffet
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