Buenos Aires. Un lunes inusual éste que a primera hora de la mañana dejo mi alojamiento para detenerme en un restaurante de la calle French. Sobre la mesa en la que me acomodo en espera de un espresso hay un ejemplar del diario "La Nación". La portada luce una foto del recital que ofrecieron anoche en un parque de la ciudad Les Luthiers. Fue bueno pegarme un salto a la celebración de entrada libre que congregó alrededor de sesenta mil espectadores. Gente de todas las edades dando fe del cariño que se le tiene a la agrupación de estos músicos del humor. Prosigo la lectura con un recorte sobre la lucha de Hillary Clinton para convertirse en la candidata del partido demócrata en las elecciones del 2008. La segunda página del periódico amplia la noticia, incluída una frase de su esposo Bill. El ex mandatario infiel le hace esta vez la cama a la senadora de Nueva York al declarar su admiración por Argentina que ha sabido elegir a una mujer como presidenta. Clinton no cree que EE. UU. sea más atrasado que el país sudamericano, como leen, así que Hillary presidenta por qué no.
Al dejar el café tomo un taxi rumbo al centro de la ciudad y la conversación del conductor me hace ratificar que los choferes de Buenos Aires me tienen chocá, para decirlo con acento caribeño. Cada vez que he subido a un vehículo público me han hecho preguntas sobre la ruta que debían elegir para llegar a destino. ¿Y yo qué sé? me ha provocado responder, pero sólo he levantado los hombros. Será que no luzco demasiado extranjera, qué será.
Un rato más y detenerme en los sonidos de algunos nombres comerciales, "¿Cómo quieres que te quiera?", "Te mataré Ramírez" o "Besar es bueno". Ver en distintas calles a peatones en ropa de ejercicio y las ganas de preguntarles dónde queda el gimansio....
Un viaje da oportunidad de examinar las formas a las que el entorno habitual nos somete. Uno se da cuenta de que no espera acontecimientos porque el oído se afina a todo lo que nos sucede, hasta los mínimos detalles. Podemos entonces confirmar que vivimos, acaso con la sensación de que comenzamos de cero.
A recordar un poema de Fernando Pessoa:
"El misterio de las cosas, ¿dónde está?
¿Dónde está que no aparece
por lo menos para mostrarnos que es un misterio?
(...) Sí he aquí lo que mis sentidos han aprendido solos:
las cosas no tienen significación: tienen existencia.
Las cosas son el único sentido oculto de las cosas"
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