
Con una mente menos doméstica, logré al día siguiente revisar el mencionado libro pero no obtuve mejores resultados. Señala el autor que en nuestro medio predominan la desconfianza, el cinismo y la intransigencia. Un amasijo de sentimientos que pasan por sentido común, pero que en realidad revelan baja autoestima, sensación de fracaso y frustración.
¡Vaya! La primera sección del libro (confieso que hice a un lado la posibilidad de leer las tres partes restantes) termina con una invitación a liderar la transformación social. La vía es actuar integradamente, respetar la diversidad, reconocer y premiar las buenas acciones y generar un nuevo sentido común. Frases que suman buenos deseos, pero dada la forma de expresarlas no motivan.
La mejor parte se condensa en la descripción de situaciones llenas de violencia que vivimos, las cuales parecen guiarse por la expresión: "el que puede, puede". Dice el autor: "(...) no le dieron trabajo porque es indígena; los huelguistas toman la calle y paralizan la ciudad porque su reclamo está por encima de las necesidades de otros; me paso la luz roja porque yo soy muy importante y debo llegar a una reunión (aunque esto no sea cierto); el juez me da la razón porque negocio con él, no porque la tenga; el policía no le impone una multa aunque se pasó la luz roja porque le dio una coima; el congresista presenta un proyecto de ley sin consultar con los interesados; la chica se acuesta con el profesor para aprobar de año".
Que pena que no sólo la ciudad oculta se refleje en el libro. También el descuido del autor para ignorar el tipo de lectura que puede contribuir a pensar al lector, en particular a aquel que recorre un supermercado.
Imagen: Keith Haring.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario