martes, noviembre 20, 2007

La curiosidad del día siguiente

Si menciono la traición de una mujer como motivo de que un sultán se dedicara a coleccionar esposas a las que mataba diariamente, supondrán ustedes que me refiero a las mil y una noches. El sultán Schahriar había convertido su desconfianza en deseo de venganza y por él habría seguido adelante si no se cruza en su camino Sherezada, la hija de un visir que para conservar la vida idea contarle un cuento la primera noche de su encuentro, interrumpiéndolo al alba. La promesa es continuarlo a la noche siguiente. ¡Qué gran cuentista había resultado Sherezade! Tras mil y una noches logra ablandar el corazón del mandatario que conmuta la pena de muerte que pesaba sobre su cabeza para finalmente juntos, a más de los hijos que procrearon en medio de tanta historia, vivir felices y comer manjares árabes.

Marta Zatonyi, autora de una antología sobre la estética, se refiere a la vigencia de Sherezade. Dice que la obra nos enseña sobre nosotros mismos, criaturas humanas que cuando nos ponemos en plan de creación debemos conservar la curiosidad para el día siguiente. Nos anima entonces en sus palabras, "el anhelo de aquello que no tenemos, de aquello que no sabemos".

Me seduce la agudeza de Zatonyi, hechicera también a su modo como Sherezade cuando recuerda la felicidad que nos produce descubrir algo desconocido. Incluso "el placer de no entender y de tener la plena convicción de que vale la pena pelear por penetrar en las profundidades".
Constatamos que a veces toca experimentar dolor. Resulta que aquello en lo que creíamos con fervor ha perdido sentido y que lo que llega para reemplazarlo, antes que una idea acabada y salvadora, no es sino una incertidumbre. Para Zatonyi confiar en el lado poético de la existencia es una ayuda para tomar eso que viene como una bella incertidumbre.

Habría que confiar además digo yo, en que un cuento trae otro cuento.

Imagen: Richard Lindner

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