viernes, junio 27, 2008

A desaparecer

No es cosa del volumen de la radio. La tristeza lleva a percibir detalles que en otra situación se pasan por alto. La voz del cantante por ejemplo, que ha logrado colarse en tu habitación con el estribillo de su tonada bailable. Purita filosofía a ritmo caribeño la que te lleva a experimentar una punzada a la altura del estómago. Si quieres saber si un ave es tuya, ábrele su jaula, déjala ir. La imagen del pájaro en libertad, interferido de pronto por un mandato que lo pone de vuelta a su encierro, se funde con el chisporroteo de la ducha. Si no entras de inmediato necesitarás la pericia de un esquimal para enfrentar la hostilidad de la temperatura. La piel se pone morada con el frío y tú abriste la llave del agua pero te pusiste a dar vueltas por el cuarto. Tu interés por la conservación de los recursos naturales ha entrado en un período de mínima expresión. Es evidente que tu atención está puesta en la historia que te cuesta terminar. B. no imagina tu decisión de cerrar todos los caminos que tiene para encontrarte. Además de bloquear el correo electrónico y el celular, tus visitas ocasionales al café de la Paz y hasta las clases en el Instituto. Sabes que B. no se animará a tocar el timbre de tu departamento: Hola A.. Esas cosas ocurren sólo en CSI, la serie de la tv. en la que cualquier indicio permite reconstruir una vida entera. Imaginen ustedes que uno de los zapatos de la víctima sea morado y el otro rojo, o que al lado del cuerpo se encuentre una revista de banalidades de esas donde proliferan telas de flores o figuras con estampados vegetales fotografiados con un look ladylike de los años cincuenta. De hecho que los detectives encuentran al homicida. Sonríes. Hay quienes creen que todo llega a saberse. Para ti en cambio, hay pasajes enteros de una vida que pueden morir con el interesado. Requiere no dejar alguna clave a los sabuesos de turno. Practicar el estilo de los niños en el bosque. Siempre creíste que Hansel y Gretel ofrecían un desayuno a las aves porque no querían volver a casa. ¿No será que te molestaba estar en casa a ti? Te viene a la cabeza la expresión de B., pero te dices que no vas a sucumbir a su ternura y corres la cortina de la ducha. Decides seguir pensando en CSI. ¿Podrás? La terma no da molestias, lo notas en el calor que comienza a recorrerte. Es como si acabaras de acurrucarte en el asiento del primer ómnibus que encontraste en tu camino. Voy a Ica, le has dicho al encargado de los pasajes, un hombre tan joven como aturdido es quien tiene a su cargo los boletos de la empresa con el menor record de accidentes en todo Lima. A Obrajillo, te corriges. El personaje creado por tu imaginación te mira extrañado. Otras veces ha pasado que B. reaparece y olvidas tu propósito. Una despedida es casi igual para todo el mundo. Hay que anticiparse a la movida del otro, de ese humano ante quien quieres desaparecer. Aquí tiene, el fulano del ómnibus no sabe que algo te aflige cuando te extiende el boleto. Su desatención ha hecho de ruleta para tus próximos días. A la una sale el primer ómnibus para Ica, te dice. ¿Por qué no iba a poder repetirse la situación imaginada al mediodía? Llegaste a la estación tras dejar en orden el departamento y hacer una pequeña maleta de viaje. Colocaste un par de libros como equipaje, fuiste al banco para retirar un poco de efectivo y por último le dejaste la llave a la vecina. Si señora, no sé cuántos días estaré ausente, pero por favor las hiedras del balcón sabrán apreciar sus cuidados. Algo de agua cada dos días, eso es todo. Al fin y al cabo el colorido forma parte de la fachada del edificio.
Te vas. Lo que te importa es desaparecer…¡Qué juego el tuyo!


Ficha técnica: Relato, globo de ensayo, divertimento, un after-eight después de recorrer galerías. Imagen: Consuelo de la Masa.

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