Visité dos muestras de pintura en una misma noche. Vaya, el enfoque, estilo y en general el camino de ambos artistas me resultó de lo más dispar. Para Adriana Tomatis y su mundo de imágenes borrosas obtenidas de fotos expresamente desenfocadas, el color es el blanco. Para José Luis Carranza y sus escenas en peregrinación hacia una continua metamorfosis, el espectro varia hacia el lado extremo. Lo suyo son los rojos, verdes, amarillos y en general cualquier tonalidad que parezca explotar en los ojos. Tomatis titula su trabajo “Happy Days” y Carranza “Fischblut”, tèrmino que traducido del alemán es sangre de pez. El artista se ha inspirado en una imagen de Klimt y a juzgar por su pinceladas, en el movimiento de las ondinas tal como se ve en el cuadro del mismo nombre aquí abajo.
La primera colección hace pensar en una manera calma de renegar del mundo exterior. La pincelada antes que acentuar los efectos de luz, difumina las imágenes como si esa fuera la mejor manera de formular preguntas sobre la desiguladad social. Obreros que reposan al hacer un alto a su jornada, buscan la hierba, quién sabe el ruido del mar. Saben demás que los edificios que construyen en nada se parecerán a sus modestas viviendas; hay también empleadas domésticas a cargo de niños cuyas madres se toman la crianza con mucha calma. El trabajo de Carranza a no dudar expresionista, parece más bien querer verlo todo. Los lienzos de "sangre de pez" muestran la vorágine de un mundo interior urgido de hacer de la imaginación su herramienta de aprendizaje y comunicación.
Así está Lima hoy, abierta al deseo de mostrar no mostrando, o de intentar caminos para decirlo todo. Sea a cucharadas o de golpe nuestros ojos agradecen. Una manera de corroborar que son los artistas visuales los llamados a inquietar nuestra sensibilidad con sus inspiradas maneras de ver.
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