martes, agosto 15, 2006

El arte según un moralista

El conde Leon Tolstoi, novelista ruso nacido en 1828 y fallecido en 1910, autor de “Guerra y Paz” y “Ana Karenina” entre otras novelas, escribió también “¿Qué es el arte?”, ensayo breve que se inicia con una afirmación. El arte es una actividad humana necesaria. Está presente en todas las culturas. En las ciudades europeas hay no sólo edificaciones concebidas como museos, teatros o galerías; sino una agenda cotidiana de actividades.



Leon Tolstoi


Miembro de una familia que pertenecía a la aristocracia rural, el escritor renunció a sus privilegios de clase. Se dedicó a escribir y denunció la estética de su época. El siglo XIX seguía la línea trazada por el Renacimiento. Para Tolstoi, no procedía vincular el arte a la belleza y menos pensar que la experiencia artística debía producir placer al espectador. La clase en el poder, “los delicados”, sostenían este enfoque con sus demandas de retratos o paisajes. Sasfacían su vanidad, mientras, el pueblo quedaba excluído.


Otras emociones
A juicio del novelista, no era prioritario el placer producido por una manifestación artística que considerábamos bella, sino su poder para generar en el espectador emociones de distinto tipo. El ser humano estaba dotado de un registro muy amplio de reacciones afectivas y aunque no las viviera en su vida personal, podía experimentarlas a través del arte.

La intuición del artista puesta al servicio de sus obras lo hacía posible. El creador sin embargo, debía tener además de talento, un sentimiento religioso y el deseo de comunicar. El arte en la mirada de Tolstoi, era un medio de comunicación con alcance para toda la humanidad.

Su mente de moralista lo condujo a subrayar la importancia que tenían en el arte, las relaciones del hombre con el medio que lo rodeaba. El énfasis estaba puesto en el sentimiento religioso que ello encerraba, tan poco sujeto al placer y a la belleza.

Si la mirada del moralista no encaja con el arte actual, la postura de Tolstoi sobre las emociones se confirma en nuestra experiencia. Estamos en condiciones de sentir lo que experimenten los personajes de una obra, o de vibrar ante el colorido de un cuadro, aunque no seamos actores o artistas plásticos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Quizás debiera leer antes el ensayo, pero se me ocurre pensar que, visto desde hoy, el sentimiento religioso no tiene que ser entendido desde la moral de una iglesia, sino desde esa dimensión humana que no calza con el intelecto ni con lo emocional ni con lo corporal, que se aloja quién sabe dónde pero que se comunica con anhelos de trascendencia, de comunicación más allá de lo palpable;una dimensión que puede llamarse espiritual y no necesariamente religiosa o moral.

Lichi Garland dijo...

Coincido contigo Rocío. Pienso en el sentimiento intenso que suscita una buena película y en su poder para cambiar de registro cualquier lío cotidiano que se haya estado viviendo. Se le llame trascendencia o iluminación interior, pertenece a los predios del arte.