Auguraba su esfuerzo el nombre elegido. Salía de un poema del peruano José María Eguren:
“Desde la aurora/combaten dos reyes rojos/ con lanza de oro…Viene la noche/y firmes combaten foscos/los reyes rojos”.
Propósitos como incluir niños de distintos sectores sociales, educar en lugar de domar y asumir el compromiso pedagógico impedían repetir viejos moldes. El libro retrata las tribulaciones de un maestro desarmado, como se lee en la portada. Es la otra cara del profesor más bien armado, dueño no sólo de la última palabra, sino siempre de la razón. Es el reverso de la actitud aquella de la letra con sangre entra.
Constantino, que tiene formación de filósofo, confiesa sus pocas certezas, la actividad enorme que exige su oficio y sus innumerables dudas. ¿Será acaso cierto, se pregunta, la afirmación de Goethe?: El que sabe hacer una cosa, la hace, el que no sabe, enseña.
Otros pasajes retratan la satisfacción de un instante fugaz de comunicación entre el profesor y sus alumnos, la confianza de dirigir, la firmeza para dejar pensar a quien crece. Quizás una conclusión que le haya costado aceptar al director de “Los Reyes Rojos” haya sido que el ejercicio de la libertad exige de manera ineludible el orden del adulto.
“A Carmen, en su cielo”, es la dedicatoria del libro. Constantino nos conmueve aquí también, haciéndonos recordar a su hermana a quien quisimos y su pronta partida.
Propósitos como incluir niños de distintos sectores sociales, educar en lugar de domar y asumir el compromiso pedagógico impedían repetir viejos moldes. El libro retrata las tribulaciones de un maestro desarmado, como se lee en la portada. Es la otra cara del profesor más bien armado, dueño no sólo de la última palabra, sino siempre de la razón. Es el reverso de la actitud aquella de la letra con sangre entra.
Constantino, que tiene formación de filósofo, confiesa sus pocas certezas, la actividad enorme que exige su oficio y sus innumerables dudas. ¿Será acaso cierto, se pregunta, la afirmación de Goethe?: El que sabe hacer una cosa, la hace, el que no sabe, enseña.
Otros pasajes retratan la satisfacción de un instante fugaz de comunicación entre el profesor y sus alumnos, la confianza de dirigir, la firmeza para dejar pensar a quien crece. Quizás una conclusión que le haya costado aceptar al director de “Los Reyes Rojos” haya sido que el ejercicio de la libertad exige de manera ineludible el orden del adulto.
“A Carmen, en su cielo”, es la dedicatoria del libro. Constantino nos conmueve aquí también, haciéndonos recordar a su hermana a quien quisimos y su pronta partida.
Imagen: Paul Klee, 1930
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