Hace ya un tiempo que la palabra arte anda en problemas. El historiador Gombrich decía que no existe el arte sino los artistas. Y el filósofo Danto decretó la muerte del arte en 1984, aunque no consideró que lo dicho fuera un obstáculo para seguir refiriéndose al arte "después del fin del arte". La crítica artística por su parte, bebe un trago amargo. El espectador poco quiere saber de palabras difíciles sobre cine, danza, la plástica, o cualquier otro de los desbordes que se agrupan bajo el rubro del perfomance o la instalación contemporáneas.
No se descarta que si uno quiere ejercitar la cabeza, le toque dar un paso adelante del consabido "me gustó" o "no me gustó" a la salida de un espectáculo. Estoy en esas, tras mi ida al cine ayer para ver la coproducción peruano-española "Mariposa Negra", y asistir el sábado al "Encuentro de jóvenes coreógrafos" patrocinado por el Consejo Nacional de Danza.
Les cuento a ustedes, que en la película no pasé de cierto interés por un relato que tocaba y con nombre propio un pasaje agobiante de la historia política del Perú de los años noventa. La corrupción de Montesinos, oculto asesor presidencial de Fujimori y la intención de una mujer por vengar la muerte de su compañero a manos del temible abusador.
Funciona el gusto de reconocer temas, actores y escenarios locales, goce legítimo del que hemos estado privados mucho tiempo debido a la escasa producción cinematográfica local. Que pena. La historia no tiene matices, sí un poco de truculencia al ocuparse del sexo entre dos mujeres, ¡que forma tan burda de visualizarlo! Sobre la fotografía y la composicion, no complacen al ojo. El guión basado en la novela "Grandes Miradas" de Alonso Cueto resulta lo mejor del conjunto, pero la mariposa no logra desplegar su alas.
Del encuentro coreográfico, muchas piezas parecían sólo un ejercicio en clase. Faltaba la magia de ese arte que como decía el viernes, evoca la imagen de la escritura sobre el agua. Volví a casa pensando que le correspondía al Consejo de Danza afinar la selección de propuestas con un criterio artístico. De lo contrario, si el tema central es el esfuerzo personal de tanto joven que quiere bailar a pesar de los inconvenientes económicos, lo que termina diluyéndose es el esfuerzo organizativo.
Mejor sería becar a los interesados para asistir a centros coreográficos de otras latitudes. Coordinar con la Escuela Nacional de Ballet, en fin. Aprender exige disciplina y la correspondiente modestia para saber que es lo que se lleva a un escenario.
Imagen: R. Gober, 2004
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