jueves, noviembre 23, 2006

Cuando el espacio nos habita



El espacio solía convocar nuestra atención de manera un tanto distante. Hoy las cualidades de los objetos se escurren en nuestra sensibilidad. Es distinto moverse entre piedra, cemento, alumino, mármol o madera. Entre colores fríos o my cálidos; entre techos altos o bajos, en fin.

El diseño ha venido reclamando un lugar preferencial en nuestra percepción, al punto de casi querer habitarnos. Pretensión que según nos advierten quienes se dedican al oficio de poblar nuestro entorno de medidas y tonalidades, depende del gusto de cada quien y del poder de su tarjeta de crédito.

Puede atriburise al minimalismo la iniciativa de intervenir el habitat cotidiano y no sólo los museos de materiales cuyo común denominador era su toque de teatralidad. Los objetos debían "representar" el papel de obras de arte, dado que para el canon tradicional al menos no lo eran. A mediados de los años sesenta, la adquisición de una pieza de Carl André hecha por la galería Tate de Londres causó un escándalo.

No sé si el escándalo se mantiene para ustedes, con las otras instalaciones de André que están a las cabecera de la página, ojo que son de distinta fecha. Lo que quería contarles es que de un tiempo a esta parte, esa suerte de tablero de ajedrez me persigue. La encuentro en cuadros, uno de ellos es "La metamorfosis de Narciso" de Dalí, otro "La representación suspendida" del peruano Ramiro Llona. Hace unos meses visité un departamento y estaba. Nada tan espectacular como reparar que los treinta y seis cuadrados tienen también un lugar en el recibo del edificio donde me mudé hace poco.

Estoy decidida a disfrutar del decorado minimalista. Lo contrario sería tener que llegar a terapia y dar como motivo de consulta, ¡que estoy viendo todo cuadrado!

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