martes, julio 03, 2007

Arte y moral: ¿Quién dice que imagen va?

La ira ante lo que no se debe mostrar, hacer, decir. Unos meses antes de setiembre 11/01, Rudolph Giuliani por entonces alcalde de Nueva York, daba a conocer su indignación ante una imagen de la fotografa Renée Cox. Le parecía ¡repugnante!, y ¡anticatólica!, razón suficiente para formar un comité de decencia. El abogado del alcalde recibió el encargo de poner un límite a lo que podía o no exponerse en nombre del arte, el mismo que según las malas lenguas había estado a cargo del divorcio del magistrado (tan católico no era). ¿pero qué tenía de particular la imagen de la cimbreante fotógrafa Cox? Reproducía “La última cena” asumiendo el papel de Cristo. Estaba desnuda.

Los medios que abordaron a la fotógrafa con mayor interés que antes claro que sí, recibieron como respuesta que Dios había dicho que éramos hechos a su imagen y semejanza. Por su parte la crítica que simpatizó con Cox observó que la artista se erigía como creadora de un nuevo mundo en el cual reinara la igualdad para la mujer y los afroamericanos.

La colectiva de fotógrafos negros en la que había participado Cox ocupaba una de las salas del Museo de Arte de Brooklyn, y a Giuliani le había indignado que el espacio que dependía de la alcaldía albergara tal blasfemia. Tres años antes el alcalde había mostrado una actitud similar ante los excrementos que acompañaban la imagen de la Virgen María de Chris Offili, artista afro británico.

Otra leyenda en la materia, es la del senador norteamericano Jesse Holmes cuando atacó al artista de origen salvadoreño Andrés Serrano, por presentar una fotografía de Cristo bañada en su orina, Piss Christ (1987).

Como se ve, la puesta en escena de las relaciones entre moral y arte son cosa del presente. No sólo a Miguel Angel le pasó cuando Paulo IV ordenó que se cubrieran varios desnudos de la Capilla Sixtina. Los casos mencionados ventilan las discusiones que pueden suscitarse en toda comunidad en la que circulan opiniones e ideologías diversas, unas conservadoras las otras de vanguardia. Una papa caliente es el hecho de reconocer que el arte debe precisamente transgredir convenciones. ¿Hasta qué punto?

Se trata de reconsiderar la tolerancia que debe atravesar el diálogo sobre el tema. Antes que una conversación que haga las veces de un comité de decencia, valdría pensar en reunir un equipo de profesionales diversos, abogados, historiadores del arte, educadores, críticos, curadores, psicólogos y sociólogos para reflexionar sobre el valor de las imágenes. El alcance de sus reflexiones ojalá llegara al público no especializado.
Imágenes: Renée Cox.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Saquémosle lo bueno al asunto.. Si el exaltado alcalde no hubiera protestado, por lo menos yo, no habría conocido tal imágen.. que además me encantó por irreverente..
Los artistas seguiran desafiando, otros protestando, y los espectadores, eligiendo aquello que nos hace sentido...
Gracias Lichi, nos ayudas a conocer más...
cariños
Olga

Lichi Garland dijo...

Irreverente Olga, gracias por tus apariciones y comentarios. Cariños