Me llama la atención la frase "a esta alturas". Suponía que daba por entendido que se sabía ya mucho sobre el tema de la conversación y que para no volver sobre lo mismo, se ponía el parche de "a esta alturas". No sé si es un giro local, pero ahora último lo escucho con frecuencia. No he resistido la tentación de analizar el contexto en el que se lanzan las tres palabras y casi he llegado a una conclusión. Es una muletilla que sirve para no examinar lo que viene antes y después de la conversación. El hablante se resiste a mostrar su inseguridad, desconcierto o sólo su desconocimiento sobre el tópico en cuestión y sale del asunto de modo tal.
Creo que hace daño repetir frases sin ton ni son. Sería mejor detenerse y pensar. Luego descender de las cimas donde todo es dado por evidente y decir lo que se supone obvio. Nunca lo es tanto. Me he dado con un ejemplo en el comentario de Jorge Piqueras, uno de los más radicales pintores abstractos peruanos, a juicio de Marisa Mujica autora del libro "Perú, 10,00 años de pintura".
Mujica lo cita al lado de la imagen que ven ustedes arriba. Dice Piqueras: "¿Qué es para mí el arte abstracto? es una pregunta que, a estas alturas, me sorprende y me pone incómodo como el encontrar un pelo en una sopa. Como no entiendo el porqué de ella no puedo escoger una respuesta idónea, entonces prefiero apartarla al borde del plato".
El por qué de ella, estimado pintor (Mujica no menciona en que año hizo Piqueras estas declaraciones), es porque la ininteligibilidad de la abstracción dejaba en bolero al observador por más afán que pusiera en ello. Si sólo hubiera dejado usted de sentir que sobrevolaba muy por encima de las mentes comunes, podría haber dicho que el arte abstracto tal como se entendió desde su nacimiento con Kandinsky era un nuevo código. La pintura ya no tenía un tema. Investigaba en formas y colores en un espacio dado.
De seguro usted, podría después haber tomado más tranquilo su plato de sopa.
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