Cierto arte parece dañar al espectador. Su intención visible es provocar un estremecimiento que nos deja sin saber que rumbo tomar. Para el profesor Donald Kuspit, los objetos de dicho arte son fetiches. Su mirada psicoanalítica los identifica como objetos ligados a la sexualidad infantil. El temor inconciente del artista es sentir que le falta algo. Es decir, que su cuerpo y en particular la expresión de su sexualidad corren peligro. El fetiche lo tranquiliza. Abre una paréntesis a su miedo ofreciéndole la posibilidad psíquica de experimentar la completud.
Aunque la técnica artística arropa la idea original inconciente, el objeto expresa más odio que amor al espectador. En lo que corresponde al artista, el fetiche demuestra su eficacia al permtirle contar con una suerte de amuleto (el término recuerda la función de las muletas).
La agitación que podemos experimentar ante estas obras se reprime. ¿Qué dice qué dice? La cultura suele convencernos de que lo que vemos es sólo lo que vemos. Ofrece a cambio una tranquilidad precaria. Algunos se conforman, otros siguen buscando. Para el psicoanálisis es posible lograr un sentimiento de completud en la vida adulta.
El artista tiene que ser lo suficientemente bueno para recordárnoslo.
Imagen: Nancy Grossman, 1969.
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