-Mmm… dudó un momento. A ojos vistas no quería decir una burrada.
-Dále, lo animé.
-Esos de los Tortuninjas, ¿no? Donatello, Rafael, Leonardo y Michelangelo.
¡Bien dicho! El mundo de la cultura suele intimidar a la gente. La salida suele ser un “yo no se nada de arte” o recordar a los viejos conocidos: Los pintores del Renacimiento, qué importa si los medios quisieron convertirlos en Ninjas. Por cierto, Donatello era en realidad escultor.
En mi afán de encuestadora, voy a continuar con la abstracción. No me veo lanzando un nombre que le diría poco a mi oyente: "Dime algo de Kandinsky, Pollock, Rothko o De Kooning". A más de freak sonaría pedante; pero cualquiera sea la manera en que vaya a abordar el tema, me anima la necesidad de calmar al bicho que tengo metido dentro. Me mueve a poner al no iniciado en contacto con las artes visuales.
El propósito no es "culturizar", ni rendir reverencia a un mundo que considere yo mejor que cualquier otro (no se trata tampoco de proporcionar un vocabulario para los juegos de palabras cruzadas). Quien sabe sea mantener yo misma una mirada fresca. Aunque vivimos en un mundo de imágenes, el contacto con las artes visuales requiere otro ritmo. Y está ahí, como una materia de pigmentos que permite sin embargo despegar hacia un terreno sino espiritual, de hecho psíquico.
La promesa de las imágenes artísticas, si es que nos hacen alguna, es agregar matices a nuestra imaginación.
Imagen: Kandinsky, 1913.
Imagen: Kandinsky, 1913.
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