Tras un día ajetreado en el que sólo pensaba llegar a casa a prepararme un café, acompañarme de una lectura ligera y quizás después mirar un poco de tv., me detuve un momento en la PC. Voy a leer sólo el correo dije antes de darme con el titular de un articulista que reside en Alemania. Entre cifras y observaciones sus líneas giraban en torno a la locura, la pobreza y la indiferencia de nuestra especie, tanto consigo misma como con su habitat. Su conclusión: El mundo es hoy más kafkiano que el mismo que percibía Kafka. Tres números de lo que había leído me llevaron entonces a abrir el Photoshop. Quería tomar nota de la cantidad que la FAO había dado a conocer el jueves sobre el número de humanos hambrientos en el mundo. Dicho directamente, subió el 2007 a 450 millones de personas. El jueves, pensé, ¿qué hacía yo el jueves?... En qué mundo distinto viviríamos si tan sólo, tal como los 1,600 millones de televidentes repartidos en 170 países de los cinco continentes a propósito del pronunciamiento final del concurso sobre las siete maravillas del mundo, hubiéramos esperado todos allí sentados o de pie frente a la caja boba. ¡Y la cifra de la FAO es...: Cua-tro-cien-tos-cin-cuen-ta- mi- llo-nes! Nuestro ¡nooo! habría necesitado que por lo menos el satélite de nuestro planeta, la romántica luna, se saliera de su órbita. No estamos hechos para conmovernos con los números, ¿entonces con qué?
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