Cristina Planas, la escultora, termina de dar forma a sus cinco figuras de resina y las lanza a la calle. El lado indagador de la artista quiere ver el efecto en la población real. Planas, la escritora, acompaña a su vez la incursión de sus personajes de textos. Deja en claro que ha escogido para su ciudad un nombre de pila que apela incluso auditivamente al ojo del observador. Lima es La Horrible. Su resina hereje, falta de fe en una apariencia que asfixia, recita en el folleto de la muestra que presentó en la Galería 80 m2: "La Horrible se transforma en pelea de combis y grita: claxon, insulto y tránsito, cuando está tranquila suena a pito, falta de papeles, y sencillo de peaje".
En lo que a mí concierne y para no espantar el turismo diré que en Lima se come rico y que por aquí andamos los que la queremos aún sin la consigna de taparnos los ojos.
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