martes, julio 29, 2008

Higiene verbal


¿Cabe hablar de una higiene verbal? La respuesta es afirmativa si de lo que se trata es del análisis del lenguaje, en particular, del que se usa en el ámbito de la comunicación pública. El propósito es revelar los sentidos que dicho lenguaje oculta. Ninguna duda de que el investigador deba librarse de la sensación de naturalidad que acompaña la usual lectura del material que ha de examinar, antes de comenzar a desmenuzarlo. Un ejemplo a la mano lo ofrece “Ideologías lingüísticas (y políticas) en publicidad”, trabajo de Teresa Torres Bustamante sobre la promoción hecha por un diario para ofrecer una nueva edición del Diccionario de la Real Academia Española.

¡Qué bien! Un medio que se ocupa de la cultura, podría decirse en actitud desprevenida. No es así, observa la autora y en primer lugar se detiene en la frase con la que el periódico interesa al lector en el libro: “Ahora es posible saberlo todo”. Y a continuación en las entrevistas y reportajes a figuras del mundo intelectual que convalidan la aparición de la edición. Aunque la campaña aparece como un meritorio servicio a favor de la cultura, en realidad impone una ideología, la del saber letrado.

A juicio de Torres Bustamante, la vía de obtener conocimiento a través de un saber ligado a la escritura y la alfabetización, deja de lado el hecho concreto de que el Perú es un país multilingüe.Todo un sector de la población resulta así invitado a reconocer su ignorancia y a sumarse a una única manera de comprender la cultura. Se da a entender con ello que los ´mal hablados´ recibirán el saber de un diccionario al que en buena cuenta se le asigna el papel de un fetiche.

Causan incluso gracia las afirmaciones incluídas en los reportajes: "Un diccionario así se nos revela como un regalo para la inteligencia y una lúcida algaraza para el espíritu", "una de las grandes maravillas que ha podido crear el hombre es sin lugar a dudas el diccionario".

La conclusión es impecable. Con una en apariencia inocente promoción de un diccionario, no sólo se propaga un discurso que remarca la desigualdad. Se descarta una voluntad de cambio para incorporar nuevas voces a la voz hegemónica. ¡Ay con la higiene verbal!

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