Ordenando mis libros ayer, me di con un artículo que me hizo dejar todo como estaba. Leí. Sandor Ferenczi, su autor, se refería al cambio de carácter de quienes terminaban su terapia. Un tema desconocido para el gran público. Se suele considerar la acción terapeútica como una ayuda potencial para quien sufre de algo (un tic, un hijo en drogas, un divorcio a la vista, un trastorno de identidad etc). Sin olvidar a los escépticos que creen que con una pastilla basta. En cualquier caso, habría que hacer borrón y cuenta nueva para aceptar que la repercusión de una terapia de orientación psicoanalítica incide en un cambio de carácter.
El artículo de Ferenczi que data de 1927, intenta responder con ironía. ¿El psicoanálisis garantiza la aparición de un nuevo carácter, como si se tratara de la aparición de un traje nuevo, en lugar del antiguo que se ha quitado? ¿No le ocurrirá al paciente que, despojado de su antiguo carácter se vea sumido en una desnudez absoluta de carácter hasta que llegue el nuevo?
El psicoanalista usa la imagen de la cristalización. El carácter se arma a la manera de una cristalización. En la terapia ocurre que dicha cristalización se disuelve y se recristaliza otra más apropiada.
La idea seduce aunque en modo alguno deben considerarla ustedes una exhortación a iniciar la aventura interior. He aprendido que cada quien busca destilar la vida de las cosas que lo conmueven. Depende además, del cambio que se quiera vivir. Una opción que parece a contracorriente. Gente que se ve después de tiempo considera un piropo arrancar un, ¡estás igualita/o!
Nos haría bien disfrutar el reflejo de lo vivido en el rostro y las maneras.
Imagen: Mark Kostabi
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