martes, abril 17, 2007

La creatividad como antídoto

El planeta entero ha quedado remecido con la masacre de treinta estudiantes de la Universidad Politécnica situada en la ciudad de Blacksburg en Virginia, EE.UU.. La CNN afirma hoy, que dos armas han sido requisadas, una de calibre 9 mm y otra de calibre 22mm. Al parecer una fue usada en los dos tiroteos. El primero produjo dos víctimas y el segundo cobró treinta y un vidas incluída la del atacante. El estudiante surcoreano Cho Seung Hui, que vivía en el campus universitario se suicidó tras cometer el magnicidio.

De seguro en las próximas horas saldrán a relucir los móviles visibles de la tragedia. Es poco probable sin embargo, que nadie se ocupe del tipo de energía destructiva que puede albergar la mente de un individuo de 23 años para dar curso a un deseo de aniquilamiento de tal magnitud.

La civilización usa un lenguaje seco para dar cuenta de los episodios límite de nuestra interioridad. Estaba loco, se dirá. Ni siquiera a tono con los avances de las neurociencias, se pondrá en cifras el volumen malsano de neurotransmisores en el cerebro de Seung Hui. Y cuál sería la razón. El lenguaje científico sobre el estado de la mente humana es ajeno a los no iniciados.

Pensaba que los artistas plásticos tenían la fortuna de captar al vuelo la alegría y el dolor. Lo suyo a fin de cuentas, es volcar en imágenes variedad de emociones y situaciones. Incluso todo aquello que no parece normal. La creatividad en este sentido, opera como una protección contra los impulsos tanáticos que Freud descubrió en el común de los individuos.

Crear es volver a hacer la realidad. Una salida que lejos de hacer daño a nadie, logra compartir estados de ánimo y hasta mundos no reales.

Quizás pensar en la soledad y el vacío como sentimientos internos de quien opta por una acción como la de la Universidad de Virignia, sea una pista para comprender la psique del surcoreano. Quizás porque sabemos de lo mismo aunque a otra intensidad.

Imágenes: Jorn Asger en los años cincuenta.

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