Me apena decirlo, pero la tragedia de Virginia Tech me ha sugerido una escena de violencia como la que comanda un jugador sobre sus oponentes en la pantalla de un video juego. No voy a enfilar contra la totalidad de estos juegos, que hay de todo tipo. Mi intención es dar cuenta del por qué de mi asociación y de la necesidad de evaluar cada vez con mayor urgencia los pro y contras de estos artefactos. Una manera de poner sobre el tapete el tema de la labor de los padres.
Algunos casos reveladores sobre los video juegos citados por Roman Gubern en "Patologías de la imagen"(2004). En 1993 se retiró del mercado "Mortal Kombat", juego cuyo triunfo final consistía en descuartizar al enemigo virtual. Señala Gubern que salía entonces un cartel que decía "liquídalo" y que el vencedor podía sacar el corazón del vencido o cortarle la cabeza. En 1996 se desautorizó en Gran Bretaña un juego que simulaba una persecución de niños en un patio de recreo a los cuales había que disparar indiscriminadamante. En 1999, Amnistía Internacional denunció una lista de juegos que instaban a torturar o asesinar enemigos.
Los defensores de los video juegos valoran la habilidad de manos y ojos que propicia. La consideran una antesala para las exigencias de la cultura emintemente informática que vivimos. Se dice que la actividad mejora la percepción del jugador frente a una pantalla, su coordinación y sus reflejos. Los detractores advierten en cambio, el potencial adictivo del juego. Los chicos pueden pasar horas en plan sedentario y sin embargo acumular irritabilidad y nerviosismo. ¿Incrementar su agresividad?
Aunque la crítica enfiló en un principio contra los programas violentos de la televisión dirigidos a un público juvenil, el caso de los video juegos se considera más grave. El jugador siente que gobierna la escena. Es su acción la que provoca el triunfo a través de la violencia.
Muchos padres se inclinan por el bip bip electrónico que confina a los hijos en sus dormitorios, antes que por sus gritos o sus saltos en toda la casa. Habría que levantar la voz para decirles: Padres cansados, indiferentes, ligeros, despreocupados, ingenuos o agotados, la cosa no está para tomarla a la ligera.
Importa estar presente en el tiempo de juego de los hijos. La labor de los padres es acompañar la formación de una mente que crece.
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