
Isabel Flores de Oliva como se llamaba doña Rosa, entró a la orden dominica la misma a la que perteneció Catalina de Siena. Al igual que la europea vivió también arrebatos místicos. Según su propio testimonio se le apareció el niño Jesús cuando se encontraba orando a la Virgen María y le dijo que la quería por esposa. Ella le dio el sí y decidió irse a vivir a una ermita construída en un aparte del huerto de su casa. Salía para atender a gente del pueblo a la que le brindaba consuelo y para rezar en el templo. Se le identificó tempranamente como santa por su caridad. Se sabía que hacía penitencias y sacrificios. Ayunaba y se flagelaba.
Santa Rosa murió a los treinta y un años. El Papa Clemente X la canonizó en 1677 dándole el título de Patrona del Nuevo Mundo y de Filpinas. Qué poco conozco de la vida de Santa Rosa, he terminado diciéndome, pero es que tampoco he encontrado la forma de acercarme a ese impenetrable mundo de autocastigos como vía para la expiación del alma. Amén, que la excesiva simbiosis entre el cuerpo de la mística y la fuerza sobrenatural que parecía alentar su entrega no me convence, dicho con todo respeto, como cosa de este mundo. Pensar, escribir, o vivir un feriado mas bien sí.
2 comentarios:
Me siento partícipe de tus reflexiones. Creo que... quizá no todos pero algunos de estos hombres y mujeres que fueron santificados eran un poco... arrebatados quizá? Saludos desde Madrid españa.
Arrebatados suena bien, José. Definitivmaente prefiero ese lenguaje al psiquiátrico.Saludos.
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