Mi contacto con Kostabi se prolonga. La ventana hacia adentro en la que su figura sin rostro parece interesarse, me recordó a Dalí y los cajones que dibujó en tantos de sus personajes para representar el inconciente. Me pregunto si mirar el propio interior es exactamente una onda de opuesta longitud a aquella que recorre la vida cotidiana. ¿Cómo lograr que el sentido común acepte las ambiguedades de las que estamos hechos? ¿Cómo lograr reconocer por amplia mayoría que el mundo humano es el del encuentro (¿podrá decirse un encuentro de ambiguedades?), y no el del dominio? Si de pensamiento poético se trata, toca recordar al francés Paul Valery cuando afirma que es precisamente este pensamiento,el del encuentro, el que hace vivir en nosotros aquello que todavía no existe.
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