Esta tarde me detuve a escuchar a mis dos sobrinos. El chico de once años vive fascinado con el mundo de los Dragon Ball, nombre de un manga japonés que apareció hace más de veinte años. La niña de seis sigue a su hermano, pero no tiene tan metido el gusto por los personajes que según he entendido se fusionan para hacer nacer nuevos personajes.
La clonación y el ritual de la fusion hands no fue sin embargo esta vez el tema, sino una web de juegos llamada Dragon Fable. Uno elige desde el sexo, pasando por el color de la piel, el cabello y hasta el nombre del personaje que ha de luchar contra criaturas fantásticas como la del recorte aquí arriba. El tipo de pelea es de creciente de dificultad, pero, hasta donde mi paciencia toleró la experiencia, puedo asegurar que emprender a espadazos contra el monstruo de turno no exigía mayor destreza. Bastaba apretar un botón.
Mi estrategia para que ambos niños se interesaran en el tipo de actividad que les proponía, un poco de dibujo, lectura y atención a la música, pasaba por tolerar sus iniciativas. Acepté que se entretuviera un rato de cara a la pantalla de la PC. Para ellos, como de seguro para tantos de sus compañeros, podría pasar el tiempo sin medida en ese espacio lúdico que tantos especialistas de educación infantil han calificado de conflictivo.
De allí que los padres o los adultos a cargo de quienes crecen, tengan que meter voluntad y tantísima paciencia para arrancarlos del quehacer superfluo. Pero logren ustedes sacar a los menores de los bips-bips de los video juegos. Hagan que prescindan de las reacciones tensas que hacen con las manos y los dedos, cuando luchan contra todo tipo de criaturas. Siéntense con ellos a ver imágenes de autores variados. Construyan juntos breves relatos. En fin, dibujen un poco, pinten sino, escuchen algo de música y notarán que algo ocurre con sus ritmos incluso respiratorios. El ambiente se llena de una quietud o mejor todavía de una paz inusual que mejora con la práctica.
Como señalan muchos autores, las imágenes de los video juegos proponen una visión del mundo que las más de las veces incentiva la ley del menor esfuerzo. No son esos los niños que quisiéramos ver convertido en adultos. ¿No es verdad?
Por un rato sí, cómo no, una figura femenina mecanomorfa luchando contra una serpiente de tres cabezas. ¿Aparecera en algún momento una manzana?
2 comentarios:
Siempre con una redacción ágil e interesante. Me gustó lo que mencionas sobre la influencia de la tecnología en los niños de ésta época. Es cierto que no es una tarea fácil la de desprenderlos de un video juego, ya sea en la PC o en la televisión, porque es algo que los atrae bastante y hasta cierto punto llega a hipnotizarlos. Esto lo escucho todos los días en mi salón de clase (trabajo con niños de 5 años) y cada vez me asombro más de los diferentes juegos que hay. Pero lo que me asombra no es la variedad, sino el grado de violencia o morbo que se va incrementando a medida que aparecen nuevos juegos.
La mayoría de niños se siente atraído por la acción, la violencia vista como un juego, pero como señalas tú, ya es preocupante cuando esto llega a formar parte trascendental en su vida y empiezan a ver la realidad como parte de ese video juego, convirtiéndose en niños violentos, agresivos y en algunos casos, demasiado fantásticos.
Una de las formas en que yo, desde mi rol de maestra, trato de mermar estos gustos, es presentándoles otras opciones. Y por lo general son técnicas de arte, lectura o creación literaria, juegos musicales con instrumentos o combinando técnicas de arte con música.
Creo que la clave está en que el niño tenga diversas opciones distintas a lo que puede ser violento y que además, tenga una orientación adecuada.
Natalia
Gracias por tu comentario Natalia. Qué importante tarea tienes entre manos que hasta intuyes cuál es la clave para lograr una educación diferenciada. Encontrarse en el camino con gente que no quiere saber ni sentir nada más, hace pensar en qué limitada debió ser su experiencia cuando niños.
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