Con dicha retícula, el arte moderno creó un mundo aparte al mundo de los objetos naturales y le dio la espalda a la pintura que hasta el siglo XIX había pretendido reproducir la naturaleza. El arte pictórico se volvió independiente de la realidad y se alejó de la posibilidad de ser narrado. Al observador le correspondía únicamente, reaccionar estéticamente frente al universo autorreferencial del cuadro.
A Krauss le llama la atención que a pesar de su escasa fertilidad la retícula fuera investigada por todos aquellos pintores que se entregaron a la abstracción. Vale mencionar entre los pioneros a Kandinsky, que si se recuerda se le adjudica haber realizado la primera acuarela abstracta en 1910; como también a Malevich y a Mondrian.
Una paradoja a la vista es que para el artista abstracto la materia de su famosa retícula se convirtiera en una vía para elevar el espiritu. Kandinsky consideraba el arte como una experiencia religiosa...Surgió así la fe en el arte abstracto, manifiesta en quienes querían sentirse identificados con el ritmo de los tiempos, es decir con la máxima modernidad.
El endiosamiento de la abstracción resultó sin embargo de doble filo. En palabras de Krauss, la fortaleza erigida sobre el mito de la retícula se fue convirtiendo progresivamente en un gueto. La cultura popular se alejó del estilo abstracto para preferir el cine, y en los años sesenta el estilo pop haría un jaque mate a la abstracción y retícula todo incluído.
La pintura fue entonces en pos del comic, de los objetos de la sociedad de consumo y hasta de sus restos, de los hechos cotidianos, las estrellas de cine...la banalidad a manos llenas.
Imagen: Mondrian 1913.
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