lunes, diciembre 03, 2007

Entre la alquimia y el fraude


Estoy peparando un texto sobre el Por Art y me entusiasma haber comenzado por Andy Warhol (1928-1987) y "Mi filosofía de A a B y de B a A", texto que el pintor publicó en los años setenta. En realidad una suma de banalidades que anticipa el disparate en el que se ha convertido la cultura liderada por los medios más de cuarenta años después.

Warhol hace de ingenuo en todas las páginas del libro. Sus reflexiones tratan de asuntos tan variados como la mejor manera de limpiar una alfombra, la fama, o la suerte de tecnofilia que lo envolvía. En el año sesenta y cuatro muy herido en materia de amor según dice, decidió que en vez de firmar un acta de matrimonio con una pareja lo haría con su grabadora.

El artista frivolizó el mundo del arte. Le daba igual que lo llamaran pintor o comerciante. Hacer un cuadro y pensar en venderlo era prácticamente lo mismo. Su desparpajo para enfilar contra el ideal del “arte por el arte” le deparó punzantes ataques. Un crítico se refirió a él como “la nada misma”. ¡Ay!, el artista reveló que el comentario no le había sentado nada bien. Cada vez que se ponía frente a un espejo no veía a nadie. Mmm...pero la nada es sexy, agregó.


Se puede decir que Warhol entró al mundo del arte acompañado de su peluquero, un fulano de quien él mismo decía que se sentía su asistente. Pero cómo vas a ser su asistente le dijo un amigo, ¡si tú eres el Papa del Pop! Que digan lo que quieran respondió el artista, pero eso es lo que soy: Una dama de compañía y no voy a negarlo. Es precisamente uno de mis problemas.


Ver a Warhol como un heredero de la actitud de Dalí en su manera de aparecer ante la prensa, es tomar contacto con la avidez de una sociedad que desde las primeras décadas del siglo XX comenzó a convertir a sus artistas en espectáculo (incluídas vidas privadas). Si Dalí decía no saber cuando decía la verdad y cuando no generando pasmo en su entorno, Warhol tuvo la habilidad de un alquimista para trasladar objetos de la vida cotidiana a las galerías de arte elevando su precio.

Obtuvo con ello el derecho a formar parte de la magia de la plástica y por tanto de la estética contemporánea. Un mundo que mantiene su identidad entre la alquimia, el todo vale y hasta el fraude.

Para aclarar lo de mi entusiasmo, incluso para mí misma. Creo que tiene que ver con la posibilidad de seguir un rastro a partes enteras de nuestro extravío actual, no sólo ante el arte sino ante la realidad. Nos negamos a mirar con ojos de sorpresa el mundo de todos los días que en mucho nos pide lanzar un ¡basta! Tal vez Warhol contribuyera en un inicio a abrir los ojos de su entorno.

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