La afirmación de Eco registra como un dato histórico las diferencias entre la burguesía del siglo XIX y la aristocracia en Inglaterra. Hoy en cambio, el afán de ver las cosas como si fueran del todo simples para no comprometerse, es en cualquier parte del mundo un rasgo que acompaña a individuos de distinta posición social.
El tema me interesó a punto de partida de un encuentro con una colega que me comentaba su desconcierto ante un caso en el que acababa de plantear a la familia la necesidad de ayudar a una persona adulta. Era necesario intentar en principio comprenderla para brindarle el apoyo psicológico que contribuyera a restablecerla. La reacción familiar había sido sin embargo negar el problema. Se escudaron en un ´ya se le pasará´ y a otra cosa.
¿Y por qué no se quiere oir? De seguro que por muchas razones, una poderosa es evitar el propio dolor. En cualquier caso no hay manera de sensibilizar ante la complejidad de las cosas a quien camina por la vida como el peor sordo, aquel que elige no oir, o el ciego que no quiere ver.
Cierto que uno mismo puede pensar en la propia disponibilidad. ¿Hasta donde oir? ¿Hasta dónde ver?
Imagen: Nancy Grossman.
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