jueves, enero 18, 2007

Del país, una muestra

8.20 am, calle Los Pinos, distrito de San Isidro, Lima, Perú. Acabo de llegar a la entrada del Consulado de España y el vigilante, situado en la puerta, me indica que debo hacer cola. La hago. Mi interés es legalizar un título universitario para enviarlo a la Madre Patria. Se que el trámite es personal, aunque no me he preocupado en averiguar en que consiste. Un asistente me ayudó a obtener la cita a través de la web y sacó dos fotocopias al título.

Primera sorpresa. La mujer que está delante de mí, tiene su cita a las once y media, pero según me dice ha decidido venir temprano porque sino figúrese a que hora estaría saliendo. Sonrío tratando de ocultar el pasmo que me produce su razonamiento. He comenzado a sentirme Uncumber, la niña del relato de ciencia ficción que vive en un mundo donde toda comunicación con el exterior funciona a través de cables. Es un efecto de andar pegada a la Red y de que no me había visto necesitada de hacer un trámite sabe dios desde cuando.

Segunda sorpresa. El señor 417 según leo en su fotocheck, yo soy la ciudadana 416, me pregunta si compulsar es lo mismo que legalizar. Le respondo amable que así es, y que como no tenemos el hábito de usar el verbo compulsar, suena divertido saber que todos los de la cola estamos aquí para lo mismo:  compulsar. La gracia debe haberme salido del inconsciente; lo cierto es que lo limeño es legalizar. Y eso. 

Tercera sorpresa.Ya en el interior, otro vigilante anuncia que los pagos en ventanilla deben ser exactos. No hay vuelto. Quienes hemos traído sólo billetes entramos en pánico. ¿Qué hacer? Nadie puede salir del local. La solidaridad espontánea hace que unos ayuden a otros a cambiar efectivo. Alguien comenta entonces que así somos en el Perú, que nos ayudamos en las malas. La idea funciona antes de descubrir que el vigilante, también compatriota, ha inventado la directiva. Un señor de los primeros en la cola ha sacado su billete de cien soles y el empleado le ha reintegrado la diferencia sin decir ni mús. Es más peruana la zozobra, pienso. La bola que se hace correr para ejercer el poder.

Cuarta. Una señora con un niño que debe tener cuatro años, lo deja correr a su albedrío. Los de la cola observamos que su madre no sabe dirigirlo. Un señor dice ´en mi época no era así´. En una de esas, el chico mete la mano a la faja transportadora de carteras. ¡Dios! Felizmente no hubo un accidente. Señora, pienso, si no le ha puesto límites a su hijo hasta el momento, comience ya. En los hechos menudos y en nuestro comportamiento en los espacios públicos aparecen o no nuestros gestos civilizados.

No hay quinto malo. En la calle, de la casa del frente   cuelga un cartel que declara no grata la presencia del Consulado.  Quienes allí viven se han erigido en portavoces de los vecinos.  La zonificación municipal califica la calle de Zona residencial, por tanto no puede haber una oficina allí Además, que con tanto movimiento de gente.  ¿Se mudará el Consulado? ¿Será que la Municipalidad hace oídos sordos al reclamo vecinal? ¿Será un capricho del vecindario?

Los lazos con un país amigo, debieran generar frases amables, no las que se ven. Hay que retirar la banderola o, si la queja es justificada, atenderla.

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