He estado en un seminario sobre cámaras digitales. La Sony ofrecía información técnica de su línea Cyber-shot y pensé que era eso o arreglármelas intuitivamente con el manejo de la N2, un regalo sorpresa que me hizo L.P. en Navidad.
Las instrucciones del especialista me han provisto de un léxico. Ahora hablo de balance de luminosidad, enfoque multicentro o imágenes en ráfaga, pero las dos horas que duró la exposición experimenté la sinrazón tecnológica. El expositor, más interesado en cumplir su plan de exposición que en adecuarse al ritmo de sus oyentes; no era sin embargo sino un eslabón de la suma de enredos que suelen iniciar los diseñadores de artefactos.
Donald Norman, autor de "La psicología de los objetos cotidianos" lo dice con gracia: Al diseñador de tecnología le gusta la complejidad. Le es propio atiborrar de elementos cuanto dispositivo sale de sus manos.
Constatémoslo. Raras veces nos poner a pensar en las características de un aparato, como no sea para intentar hacerlo andar. Nos convertimos así al decir de Norman, en cómplices del culto al adelanto técnico. Su propuesta tiene que ver con manifestar al gremio de diseñadores que estamos en contra de una tecnología cuya curva de complejidad tiene forma de U: para pensantes o para bobos. Súmese que no debieran seguir saliendo al mercado artefactos con manuales de instrucción con tantas páginas como la Biblia.
Asimov, el escritor de ciencia ficción se ha sumado a la cruzada de Norman. Por fin alguien se revuelve contra el mundo de los objetos, dice. Está convencido de que todos somos víctimas de la perversidad natural de los objetos inanimados.
En cuanto a la suscrita y su N2, voy a proponerle volvernos inseparables. Mi trato, no veo otra salida, incluye pegarme al número telefónico de la Sony.
-¿Aló?, ¿responde servicio al cliente?
-Si.
-¡X%"jzdgt&mgwq!
-Si.
-¡X%"jzdgt&mgwq!
Imagen: J. Carelman
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