Cuesta creer que haya costado rendir homenaje al pasado precolombino. Que tiempo atrás los hallazgos arqueológicos fueran tachados como "un terral", por voraces constructores que apuntaban a una urbanización de moldes foráneos.
La arqueóloga del Museo de Sitio de Huallamarca, me dice que en los años sesenta se veía hasta con verguenza la conservación del lugar. ¿Cómo una construcción autóctona y hecha de barro iba a seguir instalada en el corazón de San Isidro, el distrito jardín?
Su voz se alegra al mencionar la intervención de arqueológos y autoridades municipales. No se podía borrar un importante rastro de identidad. Que bueno que las cosas se pusieran en su lugar y que el gobierno municipal se ocupe hoy del mantenimiento de la huaca.
O nos hacemos cargo de nuestro pasado o andamos por allí con pinta de copias del estilo de turno. ¿Por qué pretender demoler, demoler, como decía la tonada rock, todo aquello que pudiera traicionar esa imagen supuestamente reluciente (y estandarizada) que llevamos por fuera?
Ojo, que además se nota.
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