La guitarra rasga el aire a ritmo de bolero antes de evocar un cha cha chá con ráfagas de cumbia y salsa. El cuerpo se alegra. “Qué pereza la guerra”, pieza del colombiano César Mora y su orquesta María Canela, invita sin embargo a hacer una pausa antes de lanzarse a la pista de baile.
La voz de un noticero inunda la atmósfera. Oímos: Enfrentamientos se presentan a esta hora en varias zonas del país entre las fuerzas al margen de la ley y las fuerzas del orden. Entre tanto los ojos del país están puestos en los nuevos diálogos de paz para encontrar una salida. El país espera, anhela, piensa, sueña con la paz.
Ahí no más el vocalista traslada al oyente a una clave de intimidad:
Ay que pereza la guerra mami, todos me dicen la debo ganar y yo anhelando dormir contigo en una playa en San Bernardo del Viento. Ay que pereza morir sin conocerte, sin descubrir el país de mis abuelos, hoy no se puede salir, ay papa dios, porque hay pesca milagrosa, hay bomba, que pereza...
Aunque el alma se ha inundado ya de un ánimo de baile, seguimos oyendo: Si he de morir que sea a tu lado en primavera y que me entierren bajo la luna lisonjera, que no me falte la brisa de tu pelo que huele a vida, huele a futuro, huele a caña, huele a cumbia, a agua de alucena, a trigo dulce y canela, frescura…
Será que las letras del sabor afro-latino-caribeño –americano vienen ahora con pienso. Será que la supuesta transformación de la intimidad del habitante del siglo XXI, es más una tesis sin corroborar para el papel que aguanta todo. Será que a pesar de los cambios no se apagan las notas poéticas que animan el sentido de la vida. Será que los ojos del país no son siempre los propios.
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