Sacude el lenguaje del investigador Cristóbal Díaz Ayala al rastrear los orígenes de la música que tras afincarse en Cuba y propagarse a otros países de América, comenzó a identificarse como tropical. Las palabras "cuerpo", "percusión" y "baile" se entretejen para recordar que la vitalidad del ritmo está asociada al traslado de millones de esclavos africanos a esta parte del mundo.
El investigador cubano anota en su libro "Cuando salí de la Habana", las diferencias de los régimenes esclavistas en el continente americano según se tratase de los imperios inglés, holandés, francés, español o portugués. Los dos primeros extirparon las costumbres nativas allanando el camino de la imposición cultural. Nada de baile. Los portugueses y españoles mostraron en cambio, una tolerancia de criterio funcional. La población podía expresar su afición por la música, considerando que era una válvula de escape para sobrellevar mejor los trabajos forzados.
La reforma protestante por un lado, y la religión católica por el otro, prolongaban así sus ideologías en aspectos fundamentales del futuro sentir cultural de sus colonias. Las Antillas, y más tarde América Central y América del Sur recogieron la memoria rítmica africana. En EE.UU. el sentir se concentró en Nueva Orleans. Había allí precisamente, una tradición hispano francesa que sostuvo el laissez faire laissez aller de la expansión musical.
Óyeme, que si tuviera que hacer una síntesis de proporciones podría decir que los distintos géneros musicales asociados a la música tropical han quedado agrupados en un par de rótulos: El son identificado con el sentir cubano y la salsa como un producto nuevayorkino nacido del aporte de músicos cubanos y portorriqueños. O en tres, si menciono el merengue de República Dominicana.
Como fuera, hoy la salsa va y viene por el mundo. Lo expresan las agrupaciones de países tan ajenos al fenómeno original. Dígase Israel (Jerusalem Salsa Band), Finlandia (Salsamanía), Escocia (Salsa Céltica), Japón(La Orquesta de la luz), Australia (Chabuca con Cumaná), Francia (Fatal Mambo), España, en particular Santa Cruz de Tenerife (Orquesta Sabrosa), y el mismo África (Makina Loka).
Sumen ustedes que la foto pertenece a Hilary Shedel. La fotógrafa londinense a la que probablemente se le alborotó la sangre y puso su pimienta a la imagen (no todo es neblina por allá).Y ahí namá.
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