
El pensamiento lateral sirve como una técnica que se usa en problemas donde no es información lo que se busca, sino reordenar o reestructurar la información disponible. El rasgo que lo define es su carácter asociativo. Lo comprobamos al navegar en la Red. La búsqueda de un dato termina ofreciéndonos varios más con tal de permitirnos mantener en foco un área amplia de interés. Claro que se necesita tiempo y de esta constatación salta también a la vista lo poco creativo que resulta vivir con apuro.
Otro caso. Hace unos días bajaba de mi departamento y me dí en el ascensor con una vecina y su hijo de tres años. El chico se había ubicado molesto en un rincón del elevador. Hola los saludé y la mamá me contó que A. estaba llegando tarde al colegio porque no había querido ponerse ropa de calle. Deduje que aún a esa edad se exige a los niños llevar uniforme de diario y también que ello no impide una directiva que cambie la consigna.
Mmm... ¿y por qué no habrá querido A. ponerse ropa de calle?, dije mirando al chiquitín. No sé dijo la mamá, contrariada. La pataleta del cambio de ropa la había sacado de sus casillas. En esas y a punto de llegar al primer piso, me fijé en la mamá. ¡Estaba en pijama! Sonreí. Meter al chico al carro y dejarlo a la puerta de la guardería, no la iba a hacer pasar mayor verguenza, pero se me ocurrió que negaba con su atuendo lo que le pedía a su hijo. Ella sí podía vestir como le daba la gana y el chiquitín no.
Un poco más de juego a la hora de dar una consigna a un niño, es un ejemplo de pensamiento lateral. Una promesa de que otro día A. saldría también en pijama como su mamá, estoy convencida de que hubiera moderado su pataleta.
Imagen: Mark Kostabi
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