Albert Einstein ( 1879-1955) creía en la religión como una manifestación de humildad, virtud que bien vale la pena explorar y hace bien. El físico la combinaba con la capacidad humana de asombrarse. Encontré esta afirmación sobre el sentido de su concepción religiosa:"es una humilde admiración del ilimitado espíritu superior que se revela en los más pequeños detalles que podemos percibir con nuestra frágil y débil mente".
Mi interés en el tema provino de un párrafo del libro "Aportes a la estética" de la argentina de origen húngaro Marta Zátonyi. En el apartado "Elogio del asombro" la autora se refiere a la carta que el hombre de ciencia escribió a la hermana de un amigo y colega suyo que acababa de fallecer.
"M. se me ha adelantado en dejar este extraño mundo. Es algo sin importancia. Para nosotros, físicos convencidos, la distinción entre pasado, presente y futuro es sólo una ilusión por persistente que ésta sea".
Como quien agrega un final a estas líneas diré: Y A. E. vivió en este extraño mundo la suma de setenta y seis años.
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