jueves, enero 04, 2007

Cuando pasa un ángel


La frase ha pasado un ángel me recuerda a mi abuela. Solía usarla cuando se reunía con sus amigas. Las señoras jugaban cartas y a mí siendo niña me gustaba observarlas. Me preguntaba sin embargo, por qué no veía yo al ángel. Un día descubrí que era una expresión. Si recuerdan ustedes, el ángel exterminador ejecutó a los primogénitos egipcios y dejó al mundo en silencio.

Buñuel, el cineasta español, ironizó sobre el lado siniestro de la criatura celestial. Llamó "El angel exterminador" (1962) a uno de sus trabajos. Muy laureada en su época, la película trata de una cena a la que los invitados han llegado libremente, pero que poco a poco les hace sentir prisoneros.

El grupo no habla del asunto para encontrar alternativas, una de ellas muy simple. Tienen las puertas a su alcance, así que podrían abrirlas y salir, pero algo, no se sabe qué, los detiene. El gesto surrealista del silencio está presente. Todo apunta a un desespero que hace aflorar las malas maneras y con ellas el lado más animal de nuestra especie.

Hace poco reencontré una novela corta sobre el tema. El argumento relata la intención de una pareja de hacer un libro teniendo como personaje al silencio. No lo llegan a lograr, pero el lector se involucra en la vida de los escritores. La risa sube a escena como remedio para el silencio que el autor, Pedro Zarralucki, hace coincidir con la ausencia y el silencio.

Me encanta la foto de Garry Winogrand que el editor ha usado en la portada y que he colgado arriba. Me ha llegado a erizar los pelos al pensar que la risa acaso sea un intento serio de evitar el silencio.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Siempre me encantó esa expresión y tardé también años en descubrir la ausencia del angel. Alguien con quien compartir el silencio, es alguien que forma parte de nosotros. Nos empeñamos en hablar y hablar. El silencio es la más bella de las palabras cuando la presencia significa un todo.

Lichi Garland dijo...

Me gusta esa ausencia en la que no se repara primero y luego, al descubrirla, exige un empeño psíquico para completar.