Como les contaba el viernes, los conductores del Seminario en el que me encuentro hincan el "Yo" alejándolo de su zona confortable. Se trata de "experienciar", como se dice por aquí, situaciones que hemos venido sea descartando, sea soportando, sin atinar a hacerles frente. Tan sólo afinar el oído a lo que sentimos de manera inconciente, salen a relucir las turbulencias o carencias que nos habitan. Uno advierte entonces, que puede hacer más de lo que venía haciendo para librarse de áreas enteras de intolerancia e impaciencia.
Qué bueno caer en cuenta de que algunas fórmulas del encuentro con uno mismo y con los demás reclamaban una transformación. El paso siguiente es entrar a la dinámica de agenciarse nuevos recursos. Un gesto válido aún para los "Yoes" que enamoran a primera vista. Todo humano puede agregar intensidad a sus maneras. Por un lado se trata de modular el ritmo vuelto hacia la adquisición de bienes y distinciones. Por el otro, de valorar no sólo los fines y las metas a las que nos volcamos, sino el proceso que nos conduce a ellos.
Quizás lo más destacable sea reconocer que no vivimos aislados y que un capítulo fundamental de nuestra transformación es el Otro, ese humano que tenemos al frente y que tiene una mirada que en mucho no coincide con la nuestra.
El planeta interior debe sentir confianza para decidir salirse de su órbita y ensayar maneras más vivas. El Seminario intenta proyectar un rayo de luz para hacernos notar que es posible enriquecer y tanto, nuestro sentimiento de estar vivos.
La transformación hilvana la vida.
La transformación hilvana la vida.
Imagen : Francesco Clemente.
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