Cartas a un joven poeta, obra del también poeta nacido en Praga Rainer María Rilke (1875-1926), se publicó tres años después de su muerte. Sus líneas escritas entre 1903 y 1908, dirigidas a un joven interesado en la escritura y en general en la vida, aparecieron hoy en mi agenda de manera imprevista. Pensaba en el breve texto que me habían pedido escribir para recordar a cuatro compañeras del colegio fallecidas hace algunos años. Miré el estante de mi biblioteca referido a poesía con ojos de auxilio y dije Rilke. Recordaba su observación acerca de los sentimientos inexpresables.
Les dejo un extracto del libro de Rilke, que no sé todavía de qué manera podrá inspirarme en mi tarea.
"Debemos aceptar y asumir nuestra existencia del modo más amplio posible. Todo, incluso lo inaudito, ha de ser viable en ella. Este es, en realidad, el único valor que se nos pide y exige: tener ánimo ante las cosas más extrañas, más portentosas y más inexplicables, que nos puedan acaecer".
"Ninguna razón tenemos para recelar y desconfiar del mundo en que vivimos. Si entraña terrores, son nuestros terrores. Si contiene abismos, estos abismos nos pertenecen. Y si en él hay peligros, debemos procurar amarlos. Con tal que cuidemos de ordenar y ajustar nuestra vida conforme a ese principio que nos aconseja atenernos siempre a lo difícil, cuanto ahora nos parece ser lo más extraño acabara por sernos lo más familiar, lo mas fiel".
"Pues no sólo por desidia se repiten las relaciones humanas con tan indecible monotonía y sin renovación alguna de un caso a otro, sino también por temor y recelo ante cualquier vivencia nueva y de imprevisible trascendencia, que uno cree superior a sus fuerzas. Pero sólo quien esté apercibido para todo, sólo quien no excluya nada de su existencia -ni siquiera lo que sea enigmático y misterioso- logrará sentir hondamente sus relaciones con otro ser como algo vivo".
Imagen: Kandinsky, 1925
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